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Valentina Argiola: “El papa Francisco predica el respeto”





“Cuando empecé, era la única mujer de la empresa. Ni siquiera había baño femenino. El primer día, el director comercial hizo un dibujo a mano y lo pegó en la puerta de uno de los aseos. Hoy ya somos unas diez”. Era el 3 de enero de 2004 y Valentina Argiolas, de 24 años y licenciada en Ciencias Económicas, comenzaba a trabajar en la bodega familiar de Serdiana, en la provincia de Cagliari.



Una empresa que también ha crecido gracias a ese capital femenino con el que ha empezado a fructificar. “Me encantaba el arte y la literatura, pero, como soy la mayor decidí, por espíritu de servicio o de sacrificio, seguir el camino familiar”, cuenta.

PREGUNTA.- ¿Fue difícil?

RESPUESTA.- Al principio sí, no entendía nada. Pero después de varias crisis, me armé de valor y encontré mi propio sitio. Cambié muchas cosas. Me dejaban hacerlo, no sé si por confianza o por desinterés. Empecé a hacer viajes y a relacionarme con otros productores.

Amplié la parte de la atención al público, que hoy se ha convertido en una auténtica empresa con una plantilla íntegramente femenina dedicada a la cata, las visitas a la bodega y los viñedos, eventos y cocina. Poco a poco creé una plantilla que también desarrolló la comunicación y las exportaciones. Ha habido un crecimiento en la facturación. Y también en la imagen y reputación de marca.

P.- ¿Quién o qué te ayudó?

R.- Tengo una relación maravillosa con muchos productores que he conocido viajando, una relación de estima, colaboración, intercambio y crecimiento común. Estas relaciones me permitieron comprender muchas cosas que desconocía por completo. Al principio, me sentía mal. Me di cuenta de que era un proceso natural que pertenecía a mi generación. Que tenía que pasarlo sin avergonzarme. En este camino me he encontrado con grandes colegas que han sido, y siguen siendo, ejemplos y guías.

Una es Donatella Cinelli Colombini, quien preside la asociación Le Donne del Vino que tiene la misión de fortalecer el papel de la mujer en los órganos de dirección. La asociación, de la que fui presidenta regional, nació en los años ochenta. Al principio la formaban las esposas, madres y hermanas de los productores. Con el tiempo se ha incrementado la presencia de mujeres en papeles activos y con acceso a puestos de poder.

Y con esto el mundo del vino italiano ha mejorado porque se ha vuelto más comunicativo gracias a nuestra capacidad para captar las sutilezas y las diferencias, a nuestra capacidad de contar historias distintas y de colaborar. En cambio, el hombre tiende a ser competitivo. No quiero generalizar, pero la mujer no necesita marcar el terreno.

Tengo dos hijos y siempre digo que entreno mucho en el gimnasio, porque con ellos también tengo que tener algo de fuerza bruta. El hombre es así, nos toca a nosotras enseñarle qué es el respeto.

P.- ¿Está diciendo que solas lo haríais aún mejor?

R.- El vínculo de sororidad es muy constructivo y me gusta que trabajemos juntas porque cada una completa a la otra en su especificidad y profesionalidad.

Tres mil cosas en un minuto

P.- ¿Tienen las mujeres una capacidad especial para la gestión?

R.- Tenemos la capacidad de interesarnos un poco más por las cosas y de comprender, en lugar de buscar el desencuentro. Aunque siempre con mucha firmeza. Tiene que ver con la costumbre de hacer que muchos engranajes funcionen dentro de la familia. Nuestra capacidad organizativa no es comparable a la del gerente de una empresa: él dirige la empresa y ahí termina, mientras que nosotras somos capaces de hacer tres mil cosas en un solo minuto.

Y si olvidamos algo, también podemos rectificar sobre la marcha y arreglarlo. Creo que es congénito. La mujer es siempre la líder de la manada que tiene todo bajo control, como en las familias matriarcales de Cerdeña donde tejía, no solo el telar, sino todas las relaciones.

P.- ¿Qué importancia tiene la relación con la tierra y el sentido de relevo generacional en empresas familiares como la suya?

R.- Tenemos un vínculo muy fuerte con el territorio, combinamos los viñedos tradicionales con técnicas innovadoras y de vanguardia. Trabajar la tierra de manera sostenible es un enfoque que hemos tenido desde 1970 y que a lo largo de los años ha arraigado en nosotros. Practicamos la viticultura integrada, un término medio entre lo tradicional y lo orgánico. Le damos a la planta solo el apoyo mínimo necesario por los cambios de clima.

Primero implementamos prácticas sostenibles, después las demás si no hay otro remedio. Estamos muy atentos a la biodiversidad, una política que nos guía desde hace diez años. Y este año, finalmente, a pesar de la tristeza por la pandemia, pudimos celebrar la plantación de nuestro primer viñedo creado con clones de producción propia. Así es como se llega a preservar la identidad de una tierra y de un vino.

P.- Sois una empresa objeto de investigación de varias universidades nacionales e internacionales, ¿qué os impulsó a invertir también en la producción de energía limpia?

R.- En primer lugar, el respeto por el medio ambiente. En 2009, instalamos un sistema fotovoltaico que nos permite obtener el 50 por ciento de autonomía energética. La tierra debe ser cuidada y amada y esta pasión debe transmitirse a las generaciones futuras a través de acciones concretas. La tierra no debe resultar lejana, sino algo a lo que volver para inspirarse y fortalecer las raíces. Nacimos y trabajamos en un territorio precioso. Conservar y preservar todo esto intacto es una responsabilidad, un compromiso diario que fundamental en cada decisión.

Tejer relaciones

P.- Dice que se dejó guiar por las experiencias de otras personas. Pero al mismo tiempo, el ejemplo de Cantine Argiolas ha sido clave porque sus innovaciones han inspirado a otros enólogos. ¿Tendréis que unir fuerzas para salir de esta crisis?

R.- Necesitamos comprender el momento y hacer un trabajo cuidadoso desde el respeto y una gran atención en la comunicación con nuestros colaboradores. Al mismo tiempo, hemos de pensar en cosas nuevas y reinventarnos, porque todo lo que era válido hasta 2020 ya no lo es.

Hablo con nuestros colaboradores al menos una vez cada dos meses, aunque solo sea para saber cómo están. Es necesario mantener unida esta gran comunidad, porque el trabajo del vino está muy ligado a las personas. Tejer estas relaciones es muy femenino.

P.- ¿Por qué las mujeres han pagado el precio más alto en términos de empleo?

R.- Porque no existe una estructura de apoyo social al trabajo femenino. Y necesitamos una educación contra los prejuicios. Yo también los sufría como empleadora. Cuando quise contratar mujeres, la primera objeción que me hicieron fue qué pasaba si tenían hijos. Contraté mujeres de todos modos, pero duele escuchar eso.

Por eso, una mujer que tiene poder o visibilidad no siempre es aceptada, porque se la llega a ver como una amenaza, alguien que priva al hombre de su autoridad. Tenemos que gestionar ese equilibrio en la vida diaria. Comprender a las personas sobre la marcha es un capital femenino.

P.- ¿Cuáles son las grandes mujeres de nuestro tiempo?

R.- Kamala Harris. Y también Lady Gaga. Me encanta su empatía, lo que logra transmitir, su sentido del respeto. Me conmovió cuando recibió el Oscar y dijo: “No importa cuántas veces te caigas, sino cómo te levantes”. Pero también hay grandes hombres.

El papa Francisco es una figura clave en este momento histórico. Predica el respeto: respeto a la mujer, respeto al medio ambiente, respeto a las diferentes religiones, respeto a los roles, al mestizaje… Respeto, esta sola palabra sería suficiente para cambiar el mundo a mejor. Obama también explicó que la diversidad es riqueza. En el vino lo experimentamos continuamente.

P.- Estáis presentes también en África, ¿qué es el proyecto Iselis?

R.- Se trata de una iniciativa solidaria que nació en 2010 en colaboración con la asociación Africadegna y que consiste en la construcción de un hospital en Lutendele, en la República Democrática del Congo. Tiene el nombre de uno de los grandes vinos de la compañía, porque vincular un proyecto solidario a un vino significa que cada año hay una renovación, un nuevo proyecto, así como el vino cada año es distinto.

*Entrevista original publicado en el número de mayo de 2021 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva

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