“El deporte es una medicina para el individualismo de nuestras sociedades”. En el encuentro que mantuvo este lunes en el Palacio Apostólico del Vaticano con una delegación de la Federación Italiana de Voleibol en ocasión de su centenario, el papa Francisco alabó las virtudes de la práctica deportiva para conseguir sacarnos del “yo aislado y triste” tan habitual de nuestro tiempo, de esa incapacidad para jugar “en equipo” y cultivar pasiones “por algún buen ideal”.
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Al hablar sobre los aspectos importantes del deporte, habló primero sobre su capacidad para establecer contactos sociales. “Hace nacer relaciones entre personas diferentes, a menudo desconocidas, que se unen por un objetivo”, dijo Jorge Mario Bergoglio, destacando cómo el esfuerzo que conlleva la práctica deportiva supone un recordatorio del “valor de la fraternidad”.
Disciplina física e interior
El segundo aspecto que destacó el Pontífice fue la disciplina, no solo física, sino también interior: “El ejercicio físico, la constancia, la atención a una vida ordenada en sus horarios y en la alimentación, el descanso alternado al cansancio del entrenamiento”. Supone así una “escuela de formación y educación”, de manera particular para los más jóvenes.
La disciplina ayuda a “poner orden en la propia vida”, como decía san Ignacio de Loyola, y nos hace responsables “de nosotros mismos, de las cosas que nos son confiadas, de los otros y de la vida en general”. También de la vida espiritual, que “no puede ser dejada solo a las emociones o vivirse en fases alternas, solo cuando me apetece”. Precisa en cambio de una “disciplina interior hecha de fidelidad, constancia y esfuerzo cotidiano en la oración”.
Derrotas que son victorias
Tras presentar al voleibol como un deporte que “eleva hacia el cielo”, recordó a quienes lo practican que deben igualmente ayudar a los jóvenes a “mirar hacia arriba y a no rendirse nunca”. Y a aprender que las derrotas “también puede ser una victoria”, pues “te hacen crecer y entender que en la vida no siempre todo es dulce y ganar”.
Francisco recordó en su alocución cómo la relación entre la Iglesia y el mundo del deporte “se ha cultivado siempre con la conciencia” de que ambos, cada uno en un ámbito diverso, están “al servicio del crecimiento integral de la persona y pueden ofrecer una contribución preciosa a nuestra sociedad”.