‘El santo olvidado’ (San Pablo). Así describe y titula a santo Domingo de Guzmán la teólogo Isabel Gómez Acebo en su último libro que se ha presentado hoy de forma virtual. Una novela que, asegura la autora, escribió “por ignorancia” tras ver que “merecía la pena” conocer a un personaje tan importante para la cristiandad por la fundación de los dominicos y su lucha contra la herejía. “Un santo que merece la pena”, sentenció.
La autora presentó el contexto de herejía en el sur de Francia y cómo santo Domingo cambia la forma de predicación para acercarse más al pueblo: “una predicación que tiene que ser día a día, no de día en día”. En este proceso, relató la autora, que la primera comunidad que fue fundada por el santo fue precisamente femenino, acogiendo a chicas que dejaban la herejía cátara. Había surgido el primer convento dominicano.
Entre las curiosidades, destacó la influencia teológica de una santo del que apenas se conserva una carta escrita. Un santo que define como “olvidado” y que “se debe principalmente a los dominicos” que “no han hecho demasiada propaganda de su fundador” y lo convierte en un desconocido para el gran público. Austero, político, pacificador, orante, predicador, el padre… son los rasgos del Domingo que se desarrolló entrever entre las páginas. En este sentido ha establecido el paralelismo entre el santo y el papa Francisco a la hora de despojarse de muchos aspectos superficiales del papado.
La presentación del libro ha contado, además, con la escritora Carmen Posadas, el historiador Gonzalo Crespi de Valldaura, el dominico José Antonio Solórzano y la directora de la editorial San Pablo, María Ángeles López Romero.
Para Carmen Posadas, “la fórmula que ha encontrado Isabel para escribir este libro es perfecta para atrapar a un lector moderno, aportando diferentes puntos de vista de los distintos narradores que dan una mirada poliédrica de Domingo de Guzmán”.
Por su parte, Solórzano destacó cómo el santo en su vida “quiso ser discípulo de Jesús, por lo que no tenía ningún afán de protagonismo y lo único que quería era que perdurase la obra que puso en marcha”. “No es que merece la pena conocerle más, sino que merece la alegría acercarse a Domingo, porque no pretende ningún tipo de postureo, es un castellano viejo, un cristiano de siempre que no necesitó convertirse”, dejó caer. Extrapolando su figura a la actualidad, Gonzalo Crespi se mostró convencido de que hoy “jugaría un gran papel, porque era un hombre empujado por Dios a la acción y a la evangelización”.