Cuando empezó el proceso para la renovación del rector de la Universidad Pontificia Comillas, el provincial de los jesuitas, Antonio España, ya le sondeó para ver si estaría dispuesto a suceder a Julio Martínez en “el hipotético de los hipotéticos” que su nombre se planteara en una terna. “En una página y media expuse cuál era mi visión y vivencia de Comillas, así como mis límites, reservas y miedos”, comenta Enrique Sanz (Valladolid, 1965).
Aquel escrito fue el punto de partida, con terna incluida, que le ha llevado, desde el 3 de junio, a estar al frente de esta obra educativa de la Compañía de Jesús referente en nuestro país. En su veintena de centros, casi dos millares de docentes e investigadores forman a más de 14.000 alumnos en unas 125 titulaciones diferentes, incluidos estudios eclesiásticos.
PREGUNTA.- Decano de Teología y Derecho canónico, director de departamento, profesor… Conoce la universidad desde dentro y desde abajo. No sé si tiene programa de gobierno, pero sí al menos inquietudes…
RESPUESTA.- No tengo un programa político. De hecho, cuando el Senado de la universidad se planteaba el relevo del rector, nos llamaron para que les planteáramos cómo pensábamos, soñábamos, deseábamos la universidad. Los años de la universidad gobernada por Julio Martínez han supuesto un gran avance en muchos terrenos y por mi parte quiero darle continuidad, además de acentuar algunos otros aspectos.
P.- ¿Renueva entonces el compromiso de Comillas de ser voz incómoda en todas estas realidades que cita?
R.- Esperemos que Comillas sea voz incómoda y de denuncia para ayudarnos a afrontar la crisis que afrontamos y la que se avecina, para tratar de poner luz sobre los grandes problemas y los errores que estamos cometiendo. Ojalá sigamos haciéndolo como hasta ahora, en un tono propositivo, proactivo y dialogante, para recoger opiniones distintas. Esperamos seguir en esa senda.
P.- Comillas existe para evangelizar en el aula, pero no para fabricar católicos. En un mundo secular, ¿cómo lograr que los valores cristianos calen en unos alumnos que, creyentes o no, están llamados a liderar el país desde una visión crítica y humanizadora?
R.- En la universidad contamos con distintos medios para ello. En algunas titulaciones hay alguna materia específica. Los alumnos, además de las asignaturas propias, tienen lo que llamamos diplomas que adquieren otras competencias vinculadas a los valores del Evangelio, como el trabajo en equipo, el autoconocimiento y el liderazgo ignaciano.
Además de estas soft skills, tenemos otro tipo de formación que tiene que ver con lo que llamamos ‘Aprendizaje y servicio’. Queremos que nuestros alumnos aprendan a servir. Pero, más allá de las competencias, buscamos cuidar a las personas a través de los profesores, tutores y demás responsables académicos.
Dentro de los números que manejamos, nuestro foco está en una atención personalizada, de acompañamiento tanto en los estudios, como en sus inquietudes laborales y familiares. Así lo hemos puesto de manifiesto durante la pandemia con los alumnos en dificultades, no solo adecuando pagos y becando, sino además estando cerca. Esperemos que todo esto permee en ellos para que lo pongan en práctica cuando sean pequeños, medianos o grandes profesionales, sea en la administración pública, privada, en el mundo solidario o en la Iglesia.