“Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten misericordia de mí, pecador”. Esta es la oración que el papa Francisco ha pedido a los fieles repetir cada día. Una petición ya cumplida por él, pues hasta una decena de veces la ha repetido en su penúltima catequesis sobre la oración en la que ha reflexionado sobre la perseverancia. Durante la audiencia general, celebrada en el Patio de San Dámaso del Palacio Apostólico, ha instado a recitarla al ritmo de la respiración.
“En la vida necesitamos tanto de la oración como del aire que respiramos”, ha recalcado el Pontífice. “En la historia de la espiritualidad –ha continuado–, encontramos diversos autores que insisten en la necesidad de una oración perseverante y continua, que sea el centro de la existencia cristiana, el pentagrama musical donde colocamos la melodía de nuestra vida, el fuego sagrado que arda en nosotros sin cesar y que nada lo pueda apagar”.
Según ha afirmado, “vivir estos principios no es fácil. Pero estamos llamados a hacerlos vida manteniendo el equilibrio entre trabajo y oración, es decir, intentando que el trabajo no nos absorba hasta el punto de no encontrar tiempo para la oración y, por otra parte, estando atentos a que nuestra oración no se convierta en un espiritualismo, que nos aleje del contacto con la realidad”. En definitiva, “la circularidad entre fe, vida y oración mantiene encendido en nosotros el fuego del amor: los tiempos dedicados a estar con Dios reavivan nuestra fe, y esto se traduce en nuestra vida concreta”, ha agregado.
En su saludo a los fieles en las distintas lenguas, Jorge Mario Bergoglio ha recordado que en estos días nos preparamos para celebrar la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Por ello, “pidamos al Señor que haga nuestros corazones semejantes al suyo: humildes, misericordiosos y perseverantes en el amor, en la oración y en las buenas obras”, ha concluido.