“En este año hemos querido poner de relieve el nacimiento del centenario de Lolo. Solemos hablar de los santos como historia pasada, y en su caso es una historia muy presente”. Con estas palabras, el obispo de Jaén, Amadeo Rodríguez Magro, abría el pasado 8 de junio una mesa redonda sobre el perfil como comunicador y periodista del beato Manuel Lozano Garrido (Linares, 1920-1971, enmarcado en los actos del centenario de su nacimiento.
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Celebrado en la sacristía de la catedral jienense, en el foro participaron la decana de la Facultad de Humanidades y Comunicación de la Universidad CEU San Pablo, Maria Solano, la catedrática de literatura española de la Universidad Complutense, Fanny Rubio, el sacerdote y escritor Jesús Sánchez Adalid, así como el director de Vida Nueva, José Beltrán.
Vida fecunda
Para Rodríguez Mago, “la vida de Lolo no puede ser más fecunda”. Así lo demuestran los centenares de artículos escritos en prensa de este colaborador, entre otros medios de ‘Vida Nueva’, que además impulsó la revista ‘Sinaí’ Desde ahí, el prelado valoró cómo este año que la Iglesia diocesana ha dedicado a Lolo ha hecho que “hayan pasado por Jaén muchas personas que se han sentido identificadas con la vida y la santidad de Lolo, por ejemplo, personas pertenecientes a la Acción Católica, pero también periodistas”. Para Rodríguez Magro, el secreto está “en el brillo tan excepcional que tiene su vida, hasta tal punto que se asienta en los corazones de la gente”.
“Este aniversario tiene que servir de recuerdo de lolo, pero, sobre todo, de reflexión de cómo él atrapó la verdad al vuelo y la escribió”, elogió María Solano, cuya tesis doctoral aborda precisamente su labor profesional. Así, puso en valor como su pensamiento “sigue vigente a pesar del tiempo, tanto es así que estoy segura de que hoy participaría en las principales tertulias radiofónicas y seguiría colaborando en diversos medios escritos y digitales”. “Rezaba con las noticias”, subrayó María que no dudó en ensalzar cómo en una ocasión pidió a su hermana que situara su máquina de escribir a los pies del altar como signo de su deseo de escribir desde Dios. Sobre su estilo, señaló cómo “a pesar de tener una formación humanística enorme, sabía aterrizar en lo cotidiano”.
Al profundizar en sus escritos para su tesis doctoral, Solano apreció cómo la enfermedad que le obligó a vivir 29 años en silla de ruedas y ciego durante sus últimos 9 años, no supuso para él entrar en una etapa oscura. “De todos los artículos analizados, tan solo hay dos mínimas referencias a cierta desesperanza. Lolo es divertido y feliz, el dolor lo sublima en alegría, no en la tristeza”. En esta premisa vital, la docente ve “un polo de atracción para tantas personalidades a las que entrevistó, como refleja la actividad de esa mesa camilla de su casa que en realidad era símbolo de su constante actitud de encuentro”.
De Juan Ramón Jiménez a Tagore
Por su parte, Fanny Rubio destacó de Lolo su inteligencia, sensibilidad y “esa manera de ver si ver”. Desde lo personal, rescató cómo en sus encuentros con el beato, le animó a leer lo mismo a Juan Ramón Jiménez como a Tagore. No dudó la catedrática además en instar a la Iglesia a profundizar en el misticismo de este comunicador que está en los altares: “La forma en la que terminaba su oración y su contemplación era un artículo periodístico”. Sobre su personalidad, se centró en su compasión, apuntando que “nunca le oí hablar mal de nadie y seguro que tenía motivos”. “Hay quien me ha preguntado porqué no se hizo sacerdote. Lo tengo claro: Lolo estaba convencido de su vocación laical, era un católico comprometido hasta el final, en el sentido más sano de esos primeros cristianos primitivos”, subrayó.
En su alocución, Jesús Sánchez Adalid puso el foco en la capacidad descriptiva que tenía Lolo sobre la realidad, a pesar de que sus dificultades de movilidad le impidieron recorrer el mundo. “Fue capaz de traer a su salón y a sus papeles todo lo que sucedía fuera”, enfatizó, deteniéndose especialmente en su capacidad para contemplar la naturaleza. “Me quedo con esa imagen suya de humildad y modestia, de un escritor adherido a su Olivetti”, remató.
Voz incómoda
Para José Beltrán, Lolo es hoy “un ejemplo de periodista en salida, que lejos de usar el engolamiento literario para contagiar su experiencia de Dios, sabe aterrizarlo a lo cotidiano, a la experiencia del día a día”. Desde ahí, expuso cómo “nunca entendió su arte escribiendo como un arma arrojadiza contra otros, pero tampoco hizo un periodismo naif. En ese sentido, es muy ‘Vida Nueva’, siendo voz de anuncio y de denuncia, dentro de la Iglesia, con un tono a la vez propositivo e incómodo”.
Durante el encuentro, también intervino el postulador de la beatificación, Rafael Higueras, que aplaudió el empeño de Lolo por cuidar de los comunicadores, recordando no solo el decálogo que elaboró para los periodistas, sino como ha sido punta de lanza para otras muchas iniciativas. “Hoy hasta 52 monasterios y 600 monjas rezan su oración por los periodistas”, compartió Higueras. En este sentido, el presidente de la Unión Católica de Informadores y Periodistas, Rafael Ortega, hizo un llamamiento para que Lolo se convierta en el patrón de los periodistas españoles además de instar a que su figura se difunda en las facultades de periodismos de la Iglesia.