“Aunque son especialmente dolorosos para la comunidad de fieles”, los delitos y los pecados de abuso y encubrimiento son “una responsabilidad personal, no institucional”. Así se expresa el cardenal Julián Herranz, presidente retirado del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos, en una carta al director publicada en el último número de L’Osservatore Romano.
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El canonista señala al diario vespertino de la Santa Sede que cuando un clérigo abusa sexualmente de un niño y un obispo o superior religioso encubre ese abuso; estos son personalmente culpables moralmente, pero la Iglesia católica como institución no lo es. En su escrito, publicado en la primera página del periódico, apunta que “los errores, pecados y a veces incluso crímenes de sus miembros, incluyendo a los altos miembros de la jerarquía”; no puede ponerse “en duda la credibilidad de la Iglesia y el valor salvífico de su misión y su magisterio”.
La santidad de la Iglesia
El cardenal de 91 años publica precisamente este comentario tras la dimisión del cardenal alemán Reinhard Marx como arzobispo de Múnich y Freising a sus 67 años. Para Herranz, “no se trata de proteger una imagen ‘narcisista’ del poder y el prestigio mundano de una iglesia que se defiende olvidando la humildad, sino de reafirmar la divinidad de su origen, la santidad de los sacramentos que ofrece y la perenne relevancia y credibilidad del mensaje cristiano de salvación”.
Para Herranz, cuando un obispo gestiona mal un proceso de abusos “la vergüenza de los fieles y a veces incluso la responsabilidad económica puede recaer sobre el conjunto de la entidad eclesiástica correspondiente, pero ello no puede llevar a negar o poner en duda la legitimidad jurídica y la bondad moral de los fines institucionales de la diócesis”.