“El crimen que nos ha conmovido hace necesario redoblar el trabajo para erradicar la violencia, la lucha contra esa violencia doblemente atroz, si cabe, como es la violencia vicaria”. Así, con palabras llenas de dolor, ha expresado el sufrimiento de la Diócesis Nivariense su obispo, Bernardo Álvarez, ante el hallazgo del cuerpo sin vida de la mayor de las hermanas desaparecidas en Tenerife, Olivia y Anna Gimeno, junto a su padre, Tomás, el pasado 27 de abril.
El prelado denuncia, de esta manera, el cruel desenlace y la necesidad de trabajar como sociedad en la eliminación de la conocida como ‘violencia vicaria’, es decir, aquella que, dentro del ámbito de la violencia de género, se ejerce contra los hijos de la pareja o expareja con el objetivo de dañar a su madre. “Que las lágrimas sean nuestra oración y compromiso para hacer posible aquel nunca más, ni una más”, ha aseverado Álvarez en su carta.
“¡Cuánto dolor!”, dice el obispo. “Desde la noticia que nos golpeó en la tarde de ayer al encontrar el cuerpo de Olivia, una de las hijas de Beatriz, no hemos podido contener los lamentos y llantos de amargura”. Y es que, tal como ha señalado, “Beatriz, la madre, pero también hoy todos, lloramos a su hija”.
Compartir el llanto
Recordando una catequesis del papa Francisco sobre Jeremías 31, 15 (“Raquel que llora a sus hijos no quiere ser consolada, porque ya no existen”), el prelado ha subrayado que “ante la tragedia de la pérdida de su hija, una madre no puede aceptar palabras o gestos de consuelo, que pudieran ser inadecuados, nunca capaces de aliviar el dolor de una herida que no puede y no quiere cicatrizar”, ya que se trata de “un dolor proporcional al amor”.
“Para hablar de esperanza, se necesita compartir la desesperación”, continúa Álvarez. “Para enjugar una lágrima del rostro de quien sufre, es necesario unir a su llanto el nuestro. Solo así, nuestras palabras podrán dar un poco de esperanza”.
Anna, de un año, y Olivia, de seis, desaparecieron en Tenerife junto a su padre el pasado 27 de abril, después de que este advirtiese en una llamada a la madre, Beatriz, que no volvería a verlas. Después de más de 40 días de búsqueda, en los que, en todo momento, su madre mantuvo la esperanza de encontrarlas con vida, finalmente fue hallado ayer el cuerpo de la mayor a una milla de la costa de Tenerife. Ahora, las labores de búsqueda de Anna y su padre siguen activas en la zona.