El cardenal de Caracas y Mérida preside en Madrid una eucaristía de acción de gracias por el nuevo beato venezolano
El cardenal venezolano Baltazar Porras está convencido de que estamos a tiempo de redescubrir “el verdadero sentido de esperanza para convertirnos nosotros en la semilla de la parábola”. En la eucaristía de acción de gracias por la beatificación de José Gregorio, el médico de los pobres, celebrada ayer por la tarde en la parroquia madrileña del Santo Cristo de las Victorias, el arzobispo de Mérida y administrador apostólico de Caracas, aseguró que “su fe en silencio y sin aspavientos volcada en los más pobres, se convirtió en una bola de nieve que llega hasta hoy”.
Porras presidió esta misma junto al cardenal arzobispo de Madrid Carlos Osoro en un templo lleno de migrantes venezolanos a quienes entregó la reliquia del nuevo beato venezolano. Partiendo del Evangelio dominical, apuntó como José Gregorio es “esa semilla que tiene que morir para que dé fruto”. Recién regresado de Roma de un encuentro con el Papa, compartió que Francisco “nos insistía que en este mundo de pandemia, en este mundo de fragilidad y con incongruencias en los órdenes social, político y familiar, tenemos que descubrir cómo hombres y mujeres pudieron salir adelante porque supieron ir más allá, para poner la gracia del Señor en todo lo que hacían, especialmente con los más pobres y excluidos”.
Así, llamó a los presentes a “ir en búsqueda con verdadero sentido de esperanza para convertirnos nosotros en la semilla de la parábola”. “Que no desaparezca nunca la alegría y la esperanza, porque no hay mal que cien años dure”, aseveró para caer en la cuenta de que hoy también “podemos encontrar hombres como José Gregorio que, en medio de este mundo, en esa orilla de al lado y en esa acera de están haciendo el bien, como lo hemos visto en esta pandemia con tantos sanitarios que han dado la vida por nosotros”. Durante su homilía, el purpurado también expresó que “la santidad de José Gregorio se hizo viral porque los primeros testimonios reveladores tras su muerte no fueron de creyentes sino de un médico y un escritor que vieron algo más”.
Porras echó la vista atrás y recordó cómo Chamberí donde se celebraba la eucaristía “fue “mi barrio del doctorado y caminaba por aquí para ir al Instituto Superior de Pastoral, iba a ver las obras de teatro del Centro Cultural… Actividades que me formaron integralmente”. Pero, sobre todo, hizo memoria de los amigos cosechados en Madrid y Salamanca: “Lo que se construye en la juventud de relaciones fraternas sin más interés que la amistad, el afecto y la cercanía, se mantienen siempre”.
Al finalizar la eucaristía el cardenal Osoro presentó al beato venezolano como “un hombre que se ocupó de lo más pobres, que no pasó de largo por este mundo sino que se entretuvo en lo más importante”. En un gesto de acogida a la comunidad venezolana presente, comentó que hoy “Madrid es España y es el mundo, es lugar de acogida y los que venís, dais lo mejor de vosotros mismos”.