Los dominicos desean “infectar positivamente a todo el mundo y contaminarlo con la alegría del Evangelio”. Lo asegura el filipino Gerard Timoner, maestro general de la Orden de Predicadores, que celebra este año un Jubileo con motivo del octavo centenario de la muerte de su fundador, santo Domingo de Guzmán, al que Timoner califica de ‘lumen Ecclesiae’.
PREGUNTA.- ¿Qué objetivo esperan alcanzar con el Jubileo?
RESPUESTA.- Es una ocasión para que los miembros de la familia dominica volvamos al Señor y al carisma que hemos recibido, a renovar nuestro compromiso con la predicación del Evangelio de la manera en que lo hizo santo Domingo. El Jubileo es también una invitación a entrar en un “descanso” en Dios. Paradójicamente, la predicación es una tarea tan formidable como interminable, en la que no se puede “descansar”.
Como dice el evangelio de Mateo, el “descanso” no consiste en dejar de hacer una actividad, sino en la cercanía y la unión con Dios, que comparte con nosotros su misión. En definitiva, el objetivo del Jubileo es “volver a Dios y ser renovados en el carisma que santo Domingo recibió para la construcción de la Iglesia”, de manera que podamos estar más cerca de Dios, en el que podemos encontrar descanso y consuelo.
P.- ¿Por qué han querido que la gran propuesta del Jubileo sea la peregrinación entre Roma y Bolonia? ¿Piensa que será posible llevar a cabo esta iniciativa pese a la pandemia?
R.- La celebración del Jubileo se planeó antes de la pandemia. Parte del plan original era conmemorar los últimos días de santo Domingo, en los que viajó de Roma a Bolonia. Obviamente, la situación actual hace muy difícil una peregrinación de este tipo. En cualquier caso, no debemos olvidar la “peregrinación” que Domingo hizo desde Caleruega (Burgos) hasta lugares de Europa donde se encontró con personas hambrientas de Dios. Fue una “peregrinación” porque, incluso cuando la completa presencia de Dios parecía estar escondida, Domingo vio la presencia misteriosa de Dios en los corazones de aquellas gentes.
Domingo sabía la tensión dinámica entre la invitación de Cristo (“Ven y sígueme”) y el mandato (“Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a todas las criaturas”). Ir y venir pueden parecer movimientos opuestos, pero cuando nos damos cuenta de que el Dios que nos envía es el mismo que está presente en todos lados, las dos frases al final llevan a la misma dirección, Jesús. Por eso todo discípulo, todo seguidor de Jesucristo, es un apóstol, un predicador del Evangelio.
P.- ¿Qué significa hoy en día ser dominico?
R.- Santo Domingo es una lumen Ecclesiae, porque toda su vida estuvo orientada hacia Cristo, lumen gentium. Domingo como luz es la luna, no el sol. Jesús es la única verdadera luz del mundo y, como todos los bautizados, Domingo simplemente refleja la luz de Cristo. Esto es lo que los Padres de la Iglesia llaman el ministerio lunar, por el reflejo de la luz de Cristo, como la luna hace con la luz del sol. La brillantez de la luz depende de nuestra relación con Cristo. Domingo es una brillante lumen Ecclesiae, porque toda su vida estaba orientada y expuesta a Cristo, nada bloqueaba la luz de Cristo y, por eso, reflejaba esa luz de manera completa y brillante.
Domingo no se quedó para él solo la chispa de la inspiración divina: fundó la Orden de Predicadores, una orden de hombres y mujeres dedicados al estudio de la verdad, la predicación de la gracia y la construcción de comunidades en la Iglesia. Los dominicos de todas las épocas y lugares debemos irradiar la luz de Cristo como hizo santo Domingo.