“Cada vez que entro en una cárcel, me pregunto: ¿Por qué ellos y no yo?”, suele comentar Francisco cuando visita un centro de detención, como ha hecho en sus viajes a América Latina
El papa Francisco sigue prodigándose en gestos con los presidiarios. El último tuvo lugar esta mañana, cuando recibió en la Casa Santa Marta, la residencia vaticana donde vive, a alrededor de 20 reos de la cárcel romana de Rebibbia. Estaban acompañados por la directora, Annamaria Trapazzo, el capellán y algunos funcionarios de prisiones. El grupo realizó luego una visita a los Museos Vaticanos, según informó la Sala de Prensa de la Santa Sede en un escueto comunicado.
En sus ocho años de pontificado, Jorge Mario Bergoglio ha realizado numerosas visitas a cárceles y ha logrado en varias ocasiones que el foco de la atención internacional se pusiera sobre la situación de los reclusos. En el Vía Crucis de la Semana Santa de 2020, por ejemplo, las meditaciones estuvieron escritas por un grupo de presidiarios de la cárcel de Padua (norte de Italia).
También había una familia víctima de asesinato, la hija de un condenado a cadena perpetua, un educador, un juez de libertad condicional, la madre de un prisionero, una catequista, un sacerdote acusado injustamente, un fraile voluntario y un policía. En su primera Semana Santa como Papa, Bergoglio ofició la Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo en una cárcel romana de menores, la de Casal del Marmo. Hasta que llegó la pandemia continuó con esta costumbre que ya tenía cuando era arzobispo de Buenos Aires, celebrando siempre esta ceremonia con presidiarios, migrantes o refugiados.
Durante sus viajes a los países de América Latina, Francisco ha tratado siempre de incluir una parada en alguna prisión. “Cada vez que entro en una cárcel, me pregunto: ¿Por qué ellos y no yo?”, suele comentar en estos encuentros. Entre sus visitas destaca la que realizó al centro de rehabilitación boliviano de Palmasola, una de las prisiones más grandes de América Latina y en la que los reos viven en un régimen de autogestión casi al margen del Estado.
En esta cárcel con capacidad para 600 internos pero que alberga a cerca de 5.000 y donde son habituales los motines violentos, aseguró que “reclusión no es lo mismo que exclusión, porque la reclusión forma parte de un proceso de reinserción en la sociedad”.