El arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, se desmarca de la Conferencia Episcopal en relación a los indultos a los independentistas catalanes. Si bien el portavoz del Episcopado, Luis Argüello, respaldaba hoy en rueda de prensa tras la Comisión Permanente –en la que ha participado Sanz Montes– las “actitudes valiosas” de los obispos de Cataluña en su nota al respecto, el prelado publica hoy también un artículo en ABC –titulado ‘El indulto de palabras que engañan’– en el que parece romper el aparente consenso episcopal.
Según ha explicado el propio Argüello, los obispos han refrendado en “diálogo y comunión” la postura de la Conferencia Episcopal Tarraconense en un debate interno que se alargó por espacio de hora y media. Sin embargo, el texto escrito por Sanz Montes choca de forma frontal con la postura del Episcopado español e, incluso, rescata la unidad de España como “bien moral”.
Sanz Montes clama contra “la calculada ambigüedad con la que vemos que se trata el asunto de unos indultos que tienen toda una profunda carga de complejidad. Porque los indultos que un gobierno puede estudiar y, eventualmente, conceder tienen un itinerario que es claro en nuestro ordenamiento jurídico. Y no se pueden arbitrariamente conceder o negar desde un caprichoso uso que no tiene que ver con las palabras manidas en este festival de una extraña piedad, para venir a la postre a tapar los verdaderos motivos”.
El arzobispo, sin citar la nota de sus ‘hermanos’ de la Conferencia Episcopal Tarraconense, señala que “estamos en una época en la que las palabras son continuamente robadas para volcar una verborrea vacía que de tanto repetirla ya no nos dice nada. Es una suerte de encantamiento para serpientes ingenuas que se dejan llevar por palabras sin verdad con una trama que engaña”. Y añade: “Palabras huecas y sin sentido, en un hablar por hablar, parloteando para no decir absolutamente nada a sabiendas”.
Como recalca Sanz Montes, “cuando se invocan el diálogo, la magnanimidad, la reconciliación, la tolerancia, las medidas de gracia, no siempre se quiere decir lo que esas palabras significan en su recta comprensión verbal, e incluso en la genuina tradición cristiana, sino que a veces pueden señalar algo ambiguo, escurridizo y falaz”.
Para el prelado, “es extraño invocar el diálogo con los que no quieren hablar, o tener magnanimidad con quienes la van a usar y tirar, o empeñarse en la reconciliación con los que siguen insidiando con saña y dividiendo sin rubor, o abogar por la tolerancia con quienes no renuncian a la violencia, o apelar a medidas de gracia para beneficio de los que ni las piden ni las merecen por su amenazante actitud de reincidencia”.
De nuevo sin citar a nadie, Sanz Montes considera “difícil calificar la actitud y la aptitud cuando no hay siglas políticas detrás, sino simplemente un buenismo irresponsable que se alinea con ellas sin más, repitiendo como un mantra los argumentos prestados y asumidos en canal, cuando más bien cabría esperar un juicio moral que se deriva de la rica doctrina social de la Iglesia”.
En el mismo sentido, también considera que “cabría esperar un amor a la verdad que descarta enjuagues con la ambigüedad engañosa, una audacia templada que sabe medir bien los tiempos sin precipitarse y sin fugarse cuando hay que hablar y actuar ponderando las consecuencias para todos y no solo para una parte. Esto sería un buen testimonio desde una conciencia ética cristiana y desde una pedagogía paciente que no hace extraña su responsabilidad dentro de la Iglesia”.
Sanz Montes se lamenta, porque “son estos tiempos, los nuestros, donde hemos de librar la batalla cultural. A todos se nos reclama esa fidelidad a la coherencia de una posición católica que no aísla ni empeñece, que no excluye ni enfrenta, y fidelidad a una historia labrada generosamente por enteras generaciones que durante siglos han construido pluralmente España. Es la misma enseñanza que no hace tanto tiempo dimos los obispos españoles hablando de la unidad de nuestro pueblo como un bien moral”.
El prelado subraya que “se indultan los intereses construidos desde el diseño egoísta e insolidario de quien se aprovecha tan solo de su propia causa engañando, forzando, manipulando, insidiando y dividiendo. Pero no se indulta la vida del no nacido a cuyo asesinato en el seno de su madre se aspira a que sea un derecho, ni la vida del enfermo o anciano terminal al que se permite acabar con su vida eutanásicamente en lugar de cuidarla con respeto, cariño y consuelo con las medidas paliativas y espirituales”.
Asimismo, concluye, apelando a un ‘nosotros’, que “seguiremos clamando y defendiendo la vida en todos sus tramos, la verdad que nos hace libres, la convivencia plural y pacífica, la comunión fraterna que nos une y complementa, la educación que no manipula”.