La Asociación Católica de Propagandistas y el CEU están ya manos a la obra para preparar el 23º Congreso Católicos y Vida Pública, que se celebrará entre el 12 y 14 de noviembre bajo el lema ‘Corrección política: libertades en peligro’. En paralelo, continúan los ecos de la anterior edición, de lo que conversamos con el director del congreso, Rafael Sánchez Saus.
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PREGUNTA.- ¿Cuál es el balance del primer congreso íntegramente virtual por imperativo pandémico?
RESPUESTA.- Se echó en falta ese sentimiento de fraternidad que ha caracterizado desde la primera edición a los congresos, al no ver las salas y los pasillos llenos de gente. A cambio, aunque no me sirve de consuelo, la difusión ha sido mayor gracias a las nuevas tecnologías al permitir la conexión desde cualquier parte del mundo. La participación ha sido mayor que cualquier año y más extendida. En la medida en que podamos volver al formato presencial, no queremos perder las potencialidades de lo virtual.
P.- El Congreso 2020 giró en torno a la defensa de la vida. Poco después se aprobaba la ley de la eutanasia. ¿No le queda una sensación agridulce de no haber podido frenarla?
R.- Los católicos estamos acostumbrado a no esperar resultados en el corto plazo. Precisamente el congreso tuvo su sentido como elemento que servía para advertir y concienciar de los riesgos y del problema que se nos venía encima y que se ha materializado, además de aunar voluntades y propuestas que se han puesto en marcha para hacer frente a la eutanasia. El congreso sirvió para movilizar, pero no se le puede pedir la capacidad para impedir que los legisladores hagan lo que crean oportuno.
P.- Porque lo que se vivió aquel fin de semana, no se quedó ahí…
R.- Del manifiesto final se distribuyeron miles de ejemplares. Así, se lo hemos hecho llegar a la clase política a escala nacional y autonómica. Hemos mantenido reuniones con grupos parlamentarios y hemos hecho todo lo que hemos podido para hacernos presentes con plataformas, entidades y asociaciones vinculadas a la defensa de la vida, como el Colegio de Médicos.
P.- El concepto de ‘corrección política’ es más que caer en lo políticamente correcto…
R.- La llamada corrección política es un paquete de ideologías que arrasan con el legado del cristianismo. Aspira a reformular el canon cultural de Occidente, con una redefinición del concepto del bien y el mal que no se corresponde con lo marcado por el Evangelio. Esto se traduce en una amenaza grave a la libertad de conciencia, de expresión y, en cierta forma, a la libertad de evangelización. Penetra en las conciencias, en las actitudes personales y colectivas y lleva a la demolición de la moral cristiana de manera plena. Eso se ve clarísimamente en la agenda de género y todas sus consecuencias, así como en la absoluta consagración del aborto como un derecho.
Resistencia social
P.- ¿Qué se puede hacer frente a esa corrección política?
R.- Resistir. El factor de resistencia social que debería ser también liderado por la Iglesia, es el elemento principal.
P.- Supongo que habrá hueco en el Congreso para la ‘Fratelli tutti’ y la política al servicio de la caridad que pide el Papa…
R.- La ACdP siempre ha entendido así esa participación pública como servicio a la comunidad. Nunca hemos entendido la política como aquel que ocupa puestos para tener poder sino como servicio. Jesús denuncia claramente en el Evangelio el poder como opresión y defiende los puestos para servir a los hermanos. Está muy bien que el Papa nos recuerde cuál es el sentido de la política cristiana.