“Jesús se deja tocar por nuestro dolor y nuestra muerte, y obra dos signos de curación para decirnos que ni el dolor ni la muerte tienen la última palabra”, ha dicho el Papa
“¿Cuál es la peor enfermedad que podemos tener en la vida? ¿El cáncer? ¿La tuberculosis? ¿Esta pandemia? No, la peor enfermedad es la falta de amor, no poder amar”. Con estas palabras ha reflexionado sobre el evangelio de hoy el papa Francisco antes del rezo del ángelus en la Plaza de san Pedro. Y es que, en la liturgia de hoy, “Jesús se encuentra con nuestras dos situaciones dramáticas: la muerte y la enfermedad”, dejándose así “tocar por nuestro dolor y nuestra muerte, y obra dos signos de curación para decirnos que ni el dolor ni la muerte tienen la última palabra”.
“En este período en el que la enfermedad sigue siendo el centro de la noticia”, ha dicho Francisco, “centrémonos en el signo de la curación de la mujer”. Una mujer que “tenía pérdida de sangre y por tanto, según la mentalidad de la época, se la consideraba impura. Por lo tanto, estaba marginada, no podía tener relaciones estables, un cónyuge, una familia y relaciones sociales normales” y, por ello, “vivía sola, con el corazón herido”.
Después de años buscando una cura, la mujer del evangelio “finalmente acude a Jesús y se lanza entre la multitud para tocar su manto”, buscando “el contacto físico directo con Jesús”. Por ello, el Papa ha subrayado que, si bien “a veces nos contentamos con observar algunos preceptos y repetir oraciones”, realmente “el Señor espera que lo encontremos, que le abramos el corazón, que toquemos su manto como una mujer para curar. Porque, al entrar en intimidad con Jesús, somos sanados en nuestros afectos”.
“Eso es lo que quiere Jesús”, ha aseverado Francisco. Porque, de hecho, “a pesar de estar presionado por la multitud, mira a su alrededor para encontrar a quien le ha tocado”. En ese momento, encuentra “un rostro y un corazón lleno de fe”, y “no se detiene ante las heridas y errores del pasado, sino que va más allá de los pecados y los prejuicios”. “Y la cura a ella, que fue rechazada por todos. Con ternura la llama ‘hija’ y alaba su fe, devolviéndole la confianza en sí misma”, ha recordado el Papa.
Finalmente, Francisco ha animado a todos a “que Jesús mire y sane tu corazón”. “Y si ya has probado su tierna mirada sobre ti, imítalo, haz como Él. Mira a tu alrededor: verás que muchas personas que viven a tu lado se sienten heridas y solas, necesitan sentirse amadas”, ha aseverado. “Jesús te pide una mirada que no se detenga en el exterior, sino que vaya al corazón; una mirada que no juzga, pero acogedora. Porque solo el amor cura la vida”.