La directora del Instituto de Estudios Superiores de la Familia alerta de que algo falla en los hogares actuales
Crisis de natalidad, divorcios disparados, parricidios… Está claro que algo falla, al menos, en los hogares, eje del ser y hacer del Instituto de Estudios Superiores de la Familia, de la Universitat de Catalunya, como explica su directora, Montserrat Gas.
PREGUNTA.- ¿Qué deja entrever este complejo contexto?
RESPUESTA.- Estos datos manifiestan sobre todo una crisis cultural. Las políticas familiares, que en muchos casos son inexistentes o no ayudan excesivamente a promover las relaciones familiares, no son la única acción que cabe emprender para contrarrestar esta tendencia. Es necesaria una auténtica reconstrucción cultural, se trata de volver a construir una institución (la familia) que es clave para el futuro de la humanidad.
El actual entorno cultural nos pone difícil entender y vivir los vínculos íntimos que constituyen la familia. En los últimos años hemos realizado muchos análisis sobre cómo se vive hoy la realidad “ser familia” en la cultura occidental, y a menudo señalamos solo los aspectos que dificultan que las familias puedan desplegar todas sus potencialidades naturales.
Para poder comprender bien la realidad, hay que entenderla en toda su extensión, y sobre todo percibir en primer lugar cuáles son sus riquezas y puntos fuertes. Es decir, para poder proponer las posibles “soluciones” que ayuden a las familias a desarrollar su auténtica vocación, tenemos que apoyarnos en esas fortalezas, que sin duda alguna también se encuentran en nuestra cultura.
En primer lugar, es importante valorar que la familia es connatural al ser humano, tiene la fuerza de la identidad humana, y no se trata de un ‘constructo’ cultural. Todos tenemos la necesidad y la capacidad de amar familiarmente. Nuestra cultura, y cada uno de nosotros seguimos teniendo el anhelo de vínculos incondicionales, aunque las ideologías puedan cegarnos.
En segundo término, una de las características de nuestra cultura en relación a la familia respecto a generaciones precedentes es que los padres jóvenes, en especial los varones, están más implicados en la educación de sus hijos. Es común una mayor participación de la figura paterna: los padres se sienten muy responsables de sus hijos, con muchas ganas de ser buenos padres. Los jóvenes están abiertos a la verdad, y en general no tienen prejuicios. Están deseosos comprender mejor su vivencia familiar y valoran la experiencia de otros.
Por otra parte, resulta sorprendente cómo en muchos productos culturales actuales como series, literatura, películas (‘This is us’, ‘Qué hacemos con Maisie’,’Captain fantastic’, ‘Boyhood’, ‘Black mirro, ‘Los Herederos’…), a la vez que muestran un clima nihilista, pesimista sobre el ser humano y manifiestan las contradicciones contemporáneas, se propone “lo familiar” como antídoto ante el caos postmoderno.
Puede ser un buen momento para recuperar el amor a lo esencial de nuestra vida. En mi opinión, muchas dificultades que hoy afectan a la cultura sobre la familia son en primer lugar fruto del desconocimiento de qué es la persona y qué es la familia como relación de personas. Los cambios culturales no solo son cuestiones intelectuales, se producen y tienen consecuencias en la vida cotidiana de las personas.
El desconocimiento de la realidad “SER FAMILIA”, tiene como consecuencia que la vida familiar se organiza y desarrolla con hábitos poco saludables, cuando no “antifamiliares”. Imaginemos que a un automóvil que funciona con gasolina le pongo gasoil, al poco tiempo el motor dejará de funcionar. El desconocimiento de lo que es la persona, de cómo funcionan las relaciones personales en el contexto de lo familiar, lleva a que la familia difícilmente pueda desplegar todas las oportunidades de socialización y de educación que en su propia naturaleza contiene.
Desde hace 17 años, continuamente pensamos en cómo poder aportar una formación que ayude a comprender la realidad familia en sus fundamentos antropológicos, para entenderla en el desarrollo concreto que tiene en cada cultura, y en especial en la cultura postmoderna en la que nos encontramos hoy, y poder identificar qué nos impide ver hoy la realidad de ser familia. Por eso en el Instituto estamos convencidos que la formación de las personas en este campo, es una cuestión clave. Y especialmente de quienes están trabajando con familias desde distintos ámbitos: educación, ONG y centros asistenciales, en el ámbito de la salud, y también por supuesto los profesionales de la psicología.
P.- Ya sé que no tiene una varita mágica y que una realidad tan compleja no se puede afrontar de un plumazo, pero, ¿qué sería lo primero que habría que abordar para poner las bases de una política que de verdad sea de familia?
R.- Occidente vive bajo una especie de “tiranía de la artificialidad” en la que las leyes intentan definir y redefinir la familia según el capricho o la ideología del momento, prescindiendo de su fundamento antropológico: la vinculación natural entre amor, sexualidad, procreación y acogida de la vida humana, como exigencias de la capacidad del ser humano de darse a los demás.
El primer paso es identificar qué nos impide ver hoy la familia como es, qué elementos propios de la cultura postmoderna han ido progresivamente ocultando o poniendo en duda sus fundamentos. Nos referiremos concretamente a la crisis antropológica, sus repercusiones en la vida afectiva y en la constitución de las relaciones familiares estables. Todo ello lleva a menudo una visión negativa y pesimista del proyecto familiar, que se acaba entendiendo como un lastre para el éxito profesional. En ese contexto pesimista, las crisis familiares son vistas como fracturas irreparables. Ante la constatación de esta “realidad irreal”, necesitamos quitar de los ojos del corazón las cataratas de las ideologías, que impiden contemplar la “realidad real” del matrimonio y de la familia como “hecho originario” y cuya base está en el ser sexuado del hombre y de la mujer y que responde a su llamada al amor y a la comunión a través del don de sí mismos.
Para ello se ha de hacer una tarea de mostrar la familia desde el paradigma del amor conyugal y educar el corazón para que aprenda a amar, papel clave de la educación familiar.
En tercer lugar, la tarea de acompañar a las familias en crisis requiere contar con un nuevo lenguaje, nuevas herramientas y también con personas preparadas que intervengan en las dificultades de las familias de acuerdo a lo que la naturaleza de las relaciones familiares pide.
P.- A la vista está que urge formarse, si desde cualquier ámbito (empresarial, público, eclesial…) se busca abordar de forma integral los desafíos de la familia. ¿Cómo responde el Instituto a esta demanda?
R.- Si se quiere realizar una tarea orgánica y profunda de transformación de la situación actual en la que la ayuda a las familias tenga verdadera repercusión social, creemos que no puede dejarse sólo a la buena voluntad, sino que se requiere también una adecuada preparación y un trabajo realizado con continuidad y profesionalidad.
El Instituto de Estudios Superiores de la Familia es un centro de investigación académica con una clara vocación de servicio a la sociedad. Sus ejes estratégicos son la investigación, la docencia y la transferencia social.
La investigación realizada por el Instituto es la base de sus programas docentes, favoreciendo a la vez la transferencia social del conocimiento a través de jornadas, seminarios, congresos y publicaciones.
Los programas docentes que ofrece el Instituto están dirigidos a profesionales que tratan con familias, y a todas las personas interesadas en conocer más a fondo la realidad familiar, y aportar recursos y soluciones a los retos que se proponen desde la familia.
Ofrecemos tres programas de formación, que pueden ser complementarios entre sí: Postgrado Matrimonio y Educación Familiar (castellano, inglés y ruso) y, Postgrado en Consultoría y Orientación Familiar y Postgrado en Políticas Familiares.
P.- Supongo que será una formación apegada a la realidad…
R.- El currículum formativo de nuestros programas incluye conocimientos sobre la familia y sus dinámicas en el ámbito antropológico y sociológico, para poder comprender en primer lugar la realidad de la familia postmoderna: sus planteamientos, su evolución y las consecuencias que los cambios sociales han tenido en las relaciones de familia, analizando los diferentes estilos familiares en las sociedades multiculturales.
En todos los Postgrados se trabaja con una dinámica que permite relacionar los contenidos “teóricos” con la realidad práctica, con las fortalezas y dificultades reales de las familias actuales.
Junto a estos presupuestos sociológicos y antropológicos de la familia, se ofrece la preparación básica para analizar e interpretar la realidad de lo familiar y poder evaluar la naturaleza de las dificultades familiares que requieren de intervención, incluyendo en nuestros programas la formación para desarrollar la actitud y las habilidades de comunicación con las que poder ayudar a las familias para que puedan plantearse ellas mismas las vías de solución a sus dificultades, potenciando las fortalezas personales y relacionales, animando y haciendo propuestas que sean las adecuadas para esa familia y situación concreta.
A la vez, somos muy conscientes de que nuestros programas se dirigen a personas con una agenda muy apretada y múltiples ocupaciones. Por eso son programas muy flexibles, que se pueden compatibilizar con esas ocupaciones, y se adaptan a las distintas situaciones personales y familiares. Cada estudiante tiene un tutor asignado que conoce su situación y puede aconsejarle en todo momento cómo afrontar sus obligaciones académicas.
P.- El Instituto tiene una Cátedra de Atención al Menor. Con este sello de referencia, ¿cómo valora la nueva ley de protección a la infancia? ¿Las buenas intenciones que incluye contará con los medios que precisa para poner a los niños en el centro?
R.- Leyes como la actual, sobre protección contra la violencia, suelen actuar cuando ésta ya se está produciendo: plantea medidas disuasorias para los potenciales delincuentes; medidas reparadoras para las víctimas, etc. La realidad de la violencia contra los niños que aborda la Ley, no se erradicará sólo con más vigilancia (que puede ser conveniente), sino yendo a la vez a las causas de la violencia, y tomando medidas de prevención que tomen en consideración a los principales agentes del bienestar infantil, que nuestra Constitución atribuye en primer lugar a la familia, y subsidiariamente a los poderes públicos (art. 39).
Muchas veces la desprotección de los niños y niñas tiene mucho que ver con la carencia de cuidado y atención por parte de su familia, o con las horas que pasan solos ante las pantallas. Internet destaca hoy como un entorno social que plantea entre otros, el reto de preservar la seguridad de la infancia y de la adolescencia, al ofrecer posibilidades de anonimato y de suplantación de identidad que facilitan el abuso; así como un acceso muy fácil a diferentes formas de violencia sobre las personas, como por ejemplo la pornografía. Las cifras estadísticas muestran cómo muchas de las víctimas son menores de edad, y esta cifra crece año tras año. Por eso, es necesario favorecer que los niños tengan otras vías de entretenimiento y limitar que accedan solos a este mundo, en el cual se encuentran en situación de gran vulnerabilidad.
En esa línea, la ley habla de fomentar la formación parental, pero se limita a una información sobre las relaciones de género y sobre las diversas formas de violencia. Parece por ello importante ampliar el punto de mira de las medidas políticas en relación a este problema social. Es preciso cambiar la mirada, y ampliar el radio de acción de las medidas de prevención, para que alcancen el problema en la raíz.
Necesitamos entender la prevención de la violencia contra la infancia como el esfuerzo por trabajar positivamente en el fortalecimiento de vínculos, afectos, y sensibilidades, partiendo del entorno familiar, que es la red de apoyo básico y el principal factor de protección de la infancia. Es fundamental el papel de los padres y madres para poder dedicar a los hijos toda la atención que necesitan y poder prevenir situaciones de vulnerabilidad. Sin lugar a dudas, el entorno familiar es el lugar idóneo para que los niños y niñas puedan encontrar todas sus necesidades materiales y afectivas cubiertas. Numerosos estudios empíricos demuestran que hay una clara correlación entre el tiempo de dedicación de los padres al cuidado de los niños y su desarrollo cognitivo en una edad temprana. Por lo tanto, medidas que ayuden a padres e hijos a pasar más tiempos juntos, pueden evitar y prevenir, posiblemente con una eficacia más grande, situaciones de riesgo para los niños. La mejor forma de garantizar un adecuado desarrollo infantil será lograr la integración familiar, dado que las funciones que cumple la familia difícilmente pueden suplirse por ninguna otra institución de esta sociedad.
Las instancias internacionales consideran que las políticas de familia y de infancia deberían armonizarse mejor. El Comité de Derechos del Niño ha instado a España en diversas ocasiones a reforzar el sistema de prestaciones familiares por hijo. Desde la European Platform for Investing in Children (UE), se recomienda invertir en políticas que fomenten la conciliación de la vida familiar y laboral. Los expertos coinciden en la necesidad de desarrollar una nueva ética política del cuidado en la vida cotidiana de acuerdo con la corresponsabilidad y reciprocidad entre familias, sociedad civil e instituciones públicas. Se trata, en definitiva, de trabajar en la prevención, coordinando mejor las políticas de infancia con otras políticas sociales, y concretamente con las políticas de familia. En nuestro país estos ámbitos de trabajo siguen demasiado a menudo caminos paralelos, sin encontrarse.
P.- La Iglesia no es ajena a los desafíos de la familia. La prueba de ello es la convocatoria de este año especial ‘Amoris laetitia’ del Papa. ¿Cómo hacerlo realidad en el aula y en las investigaciones que promueven?
R.- Es encomiable el esfuerzo del papa Francisco en los últimos años, y siguiendo el impulso de los dos Sínodos sobre la familia, por salir al encuentro de las familias, que sigue respondiendo a los anhelos del ser humano.
La propuesta que realizamos desde el IESF es impulsar proyectos de investigación y programas docentes con los que sea posible mostrar la belleza del amor familiar, ayudando a las familias a recuperar su protagonismo para educar en la capacidad de amar incondicionalmente y formando para poder acompañar a las familias en todos sus momentos vitales.
Especialmente queremos señalar la necesidad de promoverla formación necesaria para el acompañamiento a las familias. No es sólo una “buena idea”, sino una realidad operativa que nace de la vitalidad de la Iglesia y de su realidad de ser ella misma “familia”.
Acompañar significa crear relaciones, una tarea que no es fácil, y menos en un contexto social cada vez más individualizado. Es una tarea de proximidad. Y más que una acción es, sobre todo, una actitud.
Por eso es necesaria la formación en una “antropología práctica”, que nos permita conocer los marcos comunes de lo humano y en la adquisición de habilidades comunicativas y herramientas técnicas adecuadas a la realidad de lo familiar.
Hoy no se necesitan tanto “ideólogos” y “teóricos” de la familia, sino sobre todo encarnaciones reales y creíbles de la verdad familiar: una inmersión en modelos reales de familias que acompañan a otras familias.