En una audiencia con una delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, Francisco invita a los cristianos a aprender la “lección de humildad” que supone la pandemia
El papa Francisco sigue dando pasos para intentar acercar la Iglesia católica y la ortodoxa. Durante la audiencia que mantuvo este lunes en el Palacio Apostólico del Vaticano con una delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, de visita a Roma en ocasión de la solemnidad de San Pedro y San Pablo que tiene lugar mañana, mostró una vez más su esperanza de una mayor cercanía al dejar dos preguntas abiertas como reflexión.
“¿No ha llegado tal vez la hora de dar, con la ayuda del Espíritu, un impulso ulterior a nuestro camino para abatir los viejos prejuicios y superar definitivamente rivalidades dañinas? ¿No podríamos inaugurar una nueva fase de las relaciones entre nuestras Iglesias, caracterizada por un mayor caminar juntos, por la voluntad de dar pasos reales hacia adelante, por sentirnos verdaderamente corresponsables los unos de los otros?”, dijo el Pontífice, destacando cómo la comunión entre cristianos supondría “una señal de esperanza” para muchas personas.
El recuerdo de la pandemia volvió a estar presente en la alocución de Jorge Mario Bergoglio. “Más grave que esta crisis es la posibilidad de desaprovecharla, sin aprender la lección que nos ofrece. Es una lección de humildad, que nos enseña la imposibilidad de vivir sanos en un mundo enfermo y de continuar como antes sin darnos cuenta de lo que no iba bien”, comentó.
Tras advertir del error que sería volver a ocuparse solo de los “propios intereses”, olvidándose de las “injusticias planetarias, del grito de los pobres y de la precaria salud de nuestro planeta”, el Papa invitó a los cristianos a preguntarse “seriamente” si “queremos volver a hacer todo como antes, como si no hubiera pasado nada, o queremos aprovechar el desafío de esta crisis”.
Para los seguidores de Jesús “tomarse en serio” la crisis provocada por el coronavirus supone “ponerse en camino hacia la plena comunión” y preguntarse “cómo queremos proceder”. Todas las crisis, subrayó más adelante, plantean dos caminos: “encerrarse en uno mismo en la búsqueda de las propias seguridades y oportunidades, o abrirse a los demás, con los riesgos que supone, pero sobre todo con los frutos de gracia que garantiza Dios”.