Hace 5 años, el 28 de junio de 2016, Benedicto XVI celebraba el 65 aniversario de su ordenación sacerdotal en una audiencia con el papa Francisco y diferentes personas de la Curias Romana en la sala Clementina del Palacio Apostólico. Entonces, recordaba cómo su hermano Georg Ratzinger, consagrado presbítero el mismo día, escribió sobre el recordatorio de la primera misa la palabra griega “eucaristía”. El Papa emérito glosaba entonces que esa palabra recogía todas sus emociones de entonces, desde la “gratitud” humana al sentido más “profundo” de la gracia del ofrecimiento de Cristo.
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El 29 de junio de 1951 Joseph Aloisius Ratzinger fue ordenado sacerdote junto a su hermano Georg en la catedral de Freising. Presidió la celebración el entonces arzobispo de Múnich y Frisinga, el cardenal Michael von Faulhaber. Celebró su primera Misa en la parroquia de San Oswaldo en Traunstein y el 30 de julio de 1951, junto a su hermano, en Rimsting, lugar donde su madre había nacido.
En este martes 29 de junio de 2021, en el que se cumplen los 70 años de su ordenación, la agenda del Papa emérito será privada y la celebración íntima. En Roma, una exposición en la Galería de Arte Poli, a pocos pasos del Vaticano, celebrará esta fecha redonda con fotografías como la de la Primera Comunión u objetos como luna de las casillas que utiliza Benedicto XVI en las misas de su retiro en el monasterio Mater Ecclesiae. Con motivo de este aniversario, Vida Nueva repasa 7 reflexiones que el pontífice alemán ha dejado para la historia.
1. Un humilde trabajador
“Queridos hermanos y hermanas: después del gran Papa Juan Pablo II, los señores cardenales me han elegido a mí, un simple y humilde trabajador de la viña del Señor. Me consuela el hecho de que el Señor sabe trabajar y actuar incluso con instrumentos insuficientes, y sobre todo me encomiendo a vuestras oraciones. En la alegría del Señor resucitado, confiando en su ayuda continua, sigamos adelante. El Señor nos ayudará y María, su santísima Madre, estará a nuestro lado. ¡Gracias!” (Primeras palabras tras la elección, 19 de abril de 2005).
2. La suciedad en la Iglesia
“¿No deberíamos pensar también en lo que debe sufrir Cristo en su propia Iglesia? En cuántas veces se abusa del sacramento de su presencia, y en el vacío y maldad de corazón donde entra a menudo. ¡Cuántas veces celebramos solo nosotros sin darnos cuenta de él! ¡Cuántas veces se deforma y se abusa de su Palabra! ¡Qué poca fe hay en muchas teorías, cuántas palabras vacías! ¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a Él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! Señor, frecuentemente tu Iglesia nos parece una barca a punto de hundirse, que hace aguas por todas partes. Y también en tu campo vemos más cizaña que trigo. Nos abruman su atuendo y su rostro tan sucios. Pero los empañamos nosotros mismos. Nosotros quienes te traicionamos, no obstante los gestos ampulosos y las palabras altisonantes. Ten piedad de tu Iglesia… Tú te has reincorporado, has resucitado y puedes levantarnos. Salva y santifica a tu Iglesia. Sálvanos y santifícanos a todos” (Vía Crucis de 2005 en el Coliseo Romano).
3. La fuerza del silencio
“He venido para guardar silencio ante este monumento que fue erigido para honrar el recuerdo de los millones de judíos que fueron asesinados durante la horrible tragedia de la shoah. (…) La Iglesia católica, que está comprometida con las enseñanzas de Jesús y quiere imitar su amor por todas las personas, siente una profunda compasión por las víctimas que son recordadas aquí”. (Visita al memorial del Holocausto de Yad Vashem en Jerusalén el 11 de mayo de 2009).
4. El reencuentro de la fe y la razón
“A la vez que nos alegramos por las nuevas posibilidades abiertas a la humanidad, vemos también los peligros que surgen de estas posibilidades y debemos preguntarnos cómo podemos evitarlos. Sólo lo lograremos si la razón y la fe se reencuentran de un modo nuevo, si superamos la limitación que la razón se impone a sí misma de reducirse a lo que se puede verificar con la experimentación, y le volvemos a abrir sus horizonte en toda su amplitud. En este sentido, la teología, no sólo como disciplina histórica y ciencia humana, sino como teología auténtica, es decir, como ciencia que se interroga sobre la razón de la fe, debe encontrar espacio en la universidad y en el amplio diálogo de las ciencias”, (Discurso en la Universidad de Ratisbona, 12 septiembre de 2006).
5. Dios es Amor
“Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva. En su Evangelio, Juan había expresado este acontecimiento con las siguientes palabras: «Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que todos los que creen en él tengan vida eterna»” (Carta encíclica Deus caritas est, 25 de diciembre de 2005).
6. La fuerza de la fe
“Tener fe es apoyarse en la fe de tus hermanos, y que tu fe sirva igualmente de apoyo para la de otros. Os pido, queridos amigos, que améis a la Iglesia, que os ha engendrado en la fe, que os ha ayudado a conocer mejor a Cristo, que os ha hecho descubrir la belleza de su amor. Para el crecimiento de vuestra amistad con Cristo es fundamental reconocer la importancia de vuestra gozosa inserción en las parroquias, comunidades y movimientos, así como la participación en la Eucaristía de cada domingo, la recepción frecuente del sacramento del perdón, y el cultivo de la oración y meditación de la Palabra de Dios” (Eucaristía de clausura de la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid, 21 de agosto de 2011).
7. Última etapa
“Queridos amigos, me alegra estar con vosotros, rodeado por la belleza de la creación y por vuestra simpatía, que me hace mucho bien. Gracias por vuestra amistad, por vuestro afecto. Sabéis que para mí este es un día distinto de otros anteriores. Ya no soy Sumo Pontífice de la Iglesia Católica. Soy simplemente un peregrino que empieza la última etapa de su peregrinación en esta tierra. Pero quisiera trabajar todavía con mi corazón, con mi amor, con mi oración, con mi reflexión, con todas mis fuerzas interiores, por el bien común y el bien de la Iglesia y de la humanidad. Y me siento muy apoyado por vuestra simpatía. Caminemos junto al Señor por el bien de la Iglesia y del mundo. Gracias, y ahora os imparto de todo corazón mi Bendición. Que os bendiga Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Gracias, buenas noches. Gracias a todos. (Saludo a los fieles en Castelgandolfo, 28 de febrero de 2013).