Francisco anima a liberarse de los “vínculos ambiguos con el poder”, del “miedo a ser incomprendidos y atacados” y de la “observancia religiosa que nos vuelve rígidos e inflexibles”
Pese a las restricciones debido a la pandemia del coronavirus, la basílica de San Pedro del Vaticano vivió este martes el ambiente de las grandes ceremonias con la celebración de la misa en la solemnidad de los apóstoles san Pedro y san Pablo, antes de la cual el papa Francisco bendijo los palios destinados a los arzobispos metropolitanos nombrados en todo el mundo a lo largo del año, a los que se impondrá esta estola, confeccionada con lana de cordero y símbolo de su unidad con Pedro, en sus respectivas sedes de manos de los nuncios apostólicos. La ceremonia fue concelebrada por un nutrido grupo de cardenales y obispos, entre ellos varios españoles.
En su homilía, el Pontífice desgranó primero cómo se produjo la “liberación” de san Pedro y san Pablo gracias al Señor para destacar más adelante que “solo una Iglesia libre es una Iglesia creíble”. Los miembros de la comunidad cristiana, subrayó, al igual que Pedro “estamos llamados a liberarnos de la sensación de derrota ante nuestra pesca, a veces infructuosa; a liberarnos del miedo que nos inmoviliza y nos hace temerosos, encerrándonos en nuestras seguridades y quitándonos la valentía de la profecía”.
Luego puso como ejemplo a seguir a san Pablo, cuya historia personal debe inspirar a los católicos para “ser libres de las hipocresías de la exterioridad, ser libres de la tentación de imponernos con la fuerza del mundo en lugar de hacerlo con la debilidad que da cabida a Dios, libres de una observancia religiosa que nos vuelve rígidos e inflexibles”. En último lugar presentó Jorge Mario Bergoglio la importancia para los fieles de ser también libres “de vínculos ambiguos con el poder y del miedo a ser incomprendidos y atacados”.
Francisco manifestó su deseo de alcanzar una Iglesia “débil, pero fuerte por la presencia de Dios”, así como “liberada” para ofrecer al mundo “la liberación que no puede darse a sí mismo: liberación del pecado, de la muerte, de la resignación, del sentimiento de injusticia, de la pérdida de esperanza, que envilece la vida de las mujeres y los hombres de nuestro tiempo”.
Invitó a continuación a los fieles a preguntarse acerca de la “necesidad de liberación” que tiene hoy nuestro mundo y de “cuántas cadenas” quedan por romper. “Podemos ser colaboradores de esta liberación”, exhortó.
Al final de su homilía, el Papa dedicó unas palabras de saludo a la delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, enviada por el patriarca Bartolomé, ‘primus inter pares’ de los jerarcas de la Iglesia ortodoxa, para participar en la solemnidad de san Pedro y san Pablo. “Vuestra grata presencia es un precioso signo de unidad en el camino de liberación de las distancias que dividen escandalosamente a los creyentes en Cristo”, les dijo Francisco, agradeciendo su participación en la ceremonia.