El prelado explica a Vida Nueva que se deben alcanzar por lo menos cuatro condiciones elementales para caminar correctamente hacia la pacificación de la entidad, que en los últimos meses ha sido escenario de eventos sangrientos
La violencia en el estado de Tamaulipas (México) ha aumentado considerablemente en este 2021. De acuerdo con cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, 298 personas han sido asesinadas los últimos meses.
Y es que, según la Unidad de Inteligencia Financiera de Hacienda, en la entidad fronteriza actúan tres organizaciones criminales que se disputan el control: el Cártel Jalisco Nueva Generación, el Cártel del Noreste y el Cártel del Golfo.
Esa entidad ha sido escenario de varios multihomicidios en lo que va del año: en enero pasado, 19 personas -16 de ellas migrantes guatemaltecos–fueron asesinados y calcinados; el 19 de junio, un grupo armado asesinó a 15 civiles en diferentes colonias de la ciudad de Reynosa, y el 29 de junio, un enfrentamiento entre grupos criminales dejó como saldo 9 personas muertas, cuyos cadáveres fueron abandonados en el municipio de Miguel Alemán.
A fin de dar una opinión de esta situación de violencia que se vive en el estado, Vida Nueva entrevistó al obispo de Matamoros, Eugenio Lira Rugarcía, cuya Iglesia particular abarca los municipios de Matamoros, Reynosa, Río Bravo, Gustavo Díaz Ordaz, Camargo, Valle Hermoso, San Fernando y Méndez.
Para el obispo de Matamoros, Lira Rugarcía, al tiempo de pedir a Dios el don de la paz, en este momento es necesario un trabajo coordinado, a nivel local, estatal, federal e internacional, a fin de lograr cuatro condiciones fundamentales para pacificar la entidad.
Esta son: un adecuado marco jurídico; una justa y oportuna persecución y sanción del delito; una labor preventiva que atienda las causas estructurales, sociales y familiares que provocan que algunos se dejen seducir por el crimen y la violencia; y finalmente, recuperar la conciencia de la dignidad, los derechos y las obligaciones de toda persona, y educarnos todos en su debido respeto. “Y en esto –dijo– todos tenemos un papel que desempeñar”.
“Cuando Jesús se topó con la viuda que llevaba a sepultar a su hijo único, tuvo compasión; se acercó, le habló, tocó el féretro y resucitó al joven muerto. Como él, debemos entrarle para restituir a los que, como dice san Beda, están en el sepulcro de sus culpas mortales. No olvidemos que todos somos hermanos, hijos de un mismo Dios. Debemos amarnos, preocuparnos y ocuparnos unos de otros”, añadió.
PREGUNTA.- Desde su punto de vista, ¿a qué se debe esta situación tan violenta que ha vivido en las últimas semanas el estado de Tamaulipas?
RESPUESTA.- Aunque toca a las autoridades realizar las investigaciones para determinar los móviles de la injusta masacre que sufrimos en Reynosa, así como de cada uno de los hechos de violencia que padecemos en Tamaulipas, considero que la causa de fondo se encuentra en que, engañados por el pecado, algunos hacen de una parte del todo un falso todo, y, deslumbrados por el dinero y el poder, los buscan como si no hubiera algo más, arriesgando la propia vida y pasando por encima de la vida, la dignidad y los derechos de los demás. Con esto se dañan a sí mismos y provocan mucho dolor.
P.- ¿De qué manera puede contribuir la Iglesia católica para favorecer los procesos de paz en la entidad?
R.- En el mensaje que dirigió en el Centro de Readaptación Social en Ciudad Juárez durante su Viaje Apostólico a México, el Papa recordó que la reinserción comienza en el hogar, en la escuela, en la calle, en los lugares de convivencia, donde debemos impulsar un sistema que busque prevenir las situaciones que terminan lastimando y deteriorando el tejido social, afrontando para ello las causas estructurales y culturales de la inseguridad.
En este esfuerzo, la Iglesia hace su parte, evangelizando, celebrando la Liturgia, orando por todos, y ofreciendo ayuda a las familias, a los jóvenes y a los más necesitados a través de Pastoral Familiar, Pastoral Juvenil, Pastoral de Adolescentes, Pastoral Penitenciaria, las casas del migrante y del indigente, la Casa Hogar para niños, asilos, comedores y dispensarios médicos para los pobres, y muchos movimientos, grupos y asociaciones que trabajan por todos, especialmente por los más vulnerables.
P.- ¿Qué papel juega la familia en esta situación de violencia que sufre Tamaulipas?
R.- En la reconstrucción del tejido social, la familia tiene un papel fundamental. Es la primera escuela de humanización, de educación en valores personales y sociales. Es el lugar natural donde experimentamos la dicha de ser amados y de amar. Por eso, en ‘Fratelli tutti’, el Papa ha recordado que en la familia, donde todos contribuyen al proyecto común, no se anula al individuo, sino que todos lo sostienen y lo promueven. “Se pelean –señala–, pero hay algo que no se mueve: ese lazo familiar”.
Por eso, como ha hecho notar monseñor Mario Avilés, C.O., obispo auxiliar de Brownsville, para protegernos del contagio de Covid-19, las autoridades nos han pedido resguardarnos, no en cualquier lugar, sino en casa, porque es el sitio más seguro. Y aunque en no pocos hogares hay problemas y al principio la convivencia fue difícil, poco a poco fuimos reencontrándonos, redescubriéndonos y revalorando el don de la familia.
Para seguir haciéndolo, nos ayudan los consejos que el Papa ofrece en ‘Amoris laetitia’: ampliar la mirada para ver no solo las debilidades y errores del otro, sino también sus cualidades, y comprender que los defectos son sólo una parte, no son la totalidad del ser del otro; crecer en el diálogo; dedicarnos tiempo de calidad; dar importancia real al otro; desarrollar la amplitud mental y la flexibilidad; tener gestos de preocupación por el otro y demostraciones de afecto; y reconocer que el bien de la familia es decisivo para el futuro del mundo y de la Iglesia. Una persona que se siente amada y que es capaz de amar, valorará, respetará, promoverá y defenderá la vida, la dignidad, los derechos y los deberes de los demás.