Etiopía ha dado el primer paso para afrontar la terrible situación de hambruna que vive el país. El primer ministro, Abiy Ahmed, anunció por sorpresa el pasado lunes una tregua “unilateral e incondicional” en la guerra que, junto con sus antiguos y tradicionales enemigos eritreos libran contra el Frente de Liberación del Pueblo de Tigray (FLPT) desde hace ocho meses.
El anuncio ha sorprendido a todo el mundo. Tanto a los propios etíopes como a los tigriños y a la comunidad internacional. Existen muchas dudas sobre las verdaderas razones detrás de la medida.
El mandatario etíope, premio Nobel de la Paz en 2019 por lograr el histórico acuerdo de paz con Eritrea, sus vecinos, con quienes mantenían una interminable guerra, alude a “razones humanitarias” para declarar este alto el fuego, que pretende que salvar la cosecha y asegurar la distribución de la ayuda humanitaria.
Sin embargo, el ejército rebelde asegura que, en realidad, Abiy está asumiendo la derrota y anunciaron que han tomado Mekele, la capital de la región, y expulsado al gobierno provisional que habían impuesto desde Adis Abeba.
Getachew Reda, portavoz del FLPT, señaló que no tienen ninguna intención de bajar las armas y “continuarán la persecución hasta que cada centímetro de nuestro territorio esté despejado de nuestros enemigos”.