Luego de que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) aprobara la eliminación de la prohibición existente en todo el territorio mexicano sobre el consumo de marihuana con fines recreativos, la Conferencia del Episcopado Mexicano manifestó su postura a través de la Dimensión Episcopal de Pastoral de la Salud.
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En un comunicado, firmado por el responsable de dicha dimensión, el arzobispo de Tulancingo, Domingo Díaz Martínez, el episcopado nacional expresó su “pena y preocupación” por las posibles complicaciones del abuso indiscriminado de esa substancia.
Los seis riesgos
De manera específica, Díaz Martínez enumeró seis posibles consecuencias: depresión, aumento de la ansiedad, aumento en la tasa de suicidios, pérdida de la memoria, desintegración social y lo más grave –dijo– la destrucción de la familia.
“Quienes vivimos con el pueblo prevemos con esta decisión más pobreza, más problemas familiares, más violencia, más dolor y más impunidad“.
Tras señalar que con el fallo de la SCJN, México se encuentra ante el peligro de afrontar una “nueva forma de esclavitud”, el arzobispo consideró que esta decisión, lejos de buscar el bien común, estará propiciando un mal común.
(Esta decisión) “no atiende los daños a la salud surgidos por el consumo cada vez mayor de la marihuana, no atiende los efectos en las familias por los jóvenes que consumen drogas, tampoco contribuye a inhibir y reducir la exposición a sustancias estupefacientes“.
Díaz Martínez exhortó a los padres, a los jóvenes, a los catequistas, a la pastoral juvenil y a los pastores “a prevenir y trabajar por sembrar los valores del Reino en las nuevas generaciones, para no tener que lamentar después”.
Tres destinatarios particulares
A los papás, el arzobispo pidió tomar muy en serio la educación en valores y virtudes, “para que los hijos tengan las armas necesarias para enfrentar esta y cualquier otra adversidad”, los exhortó a estar al pendiente de ellos desde temprana edad, advirtiéndoles sobre los graves riesgos de caer en alguna adicción: “acompáñenles, estén al pendiente de los amigos y ambientes que frecuentan”.
“Jóvenes, ustedes estén atentos a no caer en las trampas de la adicción, piensen en la esclavitud, sufrimiento y pobreza a que les puede llevar. Se dice que esta resolución es para defender sus derechos, eso les dicen ahora, pero los dejarán solos el día de mañana con su tristeza, pobreza y dolor”.
Finalmente, a los responsables de la pastoral con jóvenes y niños los llamó a insistir en la formación sobre la prevención de cualquier tipo de adicción, principalmente en los ambientes de la sociedad más vulnerables.
“Y cuando un hermano caiga en las garras de la droga, exhortar a toda la Iglesia a ser conscientes que ‘no podemos caer en la injusticia de clasificar al drogadicto como si fuera objeto o un trasto roto. Cada persona ha de ser valorada y apreciada en su dignidad para poder ser sanada'”.