El fraile será ordenado sacerdote el sábado en la celebración que tendrá lugar en la iglesia del convento de Nuestra Señora del Carmen de Caravaca de la Cruz
¿Militar o sacerdote? Esa pregunta ha rondado la cabeza de Daniel durante muchos años. Ha llegado, incluso, a ser capitán del ejército de Corea del Sur, pero ni siquiera eso ha podido apartarle de su verdadera vocación: ser carmelita descalzo. Finalmente mañana, 9 de julio, Daniel Bae de la Cruz recibirá el Orden Sacerdotal en la iglesia conventual de Nuestra Señora del Carmen de Caravaca de la Cruz (Murcia).
Daniel nació en el seno de una familia católica en Corea del Sur. Desde niño, la profesión que siempre le atrajo no fue precisamente la de su padre, ingeniero y arquitecto, sino la de sus tíos y otros antepasados: militar. “Sentía una inmensa atracción por esta forma de vida, aunque en mi corazón también rondaba el anhelo de ser sacerdote“, señala Daniel, que recuerda cómo le gustaba contemplar los buques de guerra desde el puerto de su ciudad, donde hay una base naval.
Perteneciente a la minoría católica de su país, en el que la religión mayoritaria es la budista o la confesión cristiana protestante, la herencia de la fe le llegó de su abuela: “Mi familia es muy católica; empezó mi abuela y, luego, toda la familia creía en Jesús; además, mi padre es carmelita seglar desde hace muchos años. Recuerdo que de niño iba a la iglesia con toda la familia y también rezábamos juntos en casa”.
La pregunta sobre si ser militar o sacerdote le rondó durante años. Dos caminos diferentes pero que le atraían por igual, pero, al final, ganó el pulso la herencia militar e ingresó en la academia: “Me satisfacía esta nueva vida; lo cierto es que yo quería ser general. En ese mundo procuraba vivir como un buen cristiano, aunque en ocasiones no era fácil compaginarlo todo, por ejemplo, no podía ir a la Eucaristía cada día y rezaba muy poco. Pero, gracias a Dios, nunca olvidé al Señor, y siempre experimentaba su amor y cercanía”.
Casi diez años de carrera militar, que le llevaron a convertirse en capitán de Infantería, hasta que un día sintió la voz de Dios que le decía: “Daniel, ¿qué haces aquí? ¿Para ti es importante ser general y tener éxito en la vida? Estas cosas no son tan importantes. Todas desaparecerán en el mundo, tienes que trabajar para mí, pero no tengas miedo, voy a estar contigo siempre”. La experiencia que le marcó profundamente y le hizo replantearse aquella disyuntiva. Un proceso que vivió durante tres años acompañado por varios religiosos, hasta que en 2008 decidió dejar el Ejército. “Después de este paso, viajé yo solo por varios países católicos de Europa durante dos meses e intenté aclararme en mi camino vocacional. En aquel tiempo conocí en Corea a un padre dominico español y él me animó a venir a esta tierra”.
Fue así como, hace doce años, llegó a España, sin hablar el idioma y sin conocer a nadie. Su primera parada la hizo en Salamanca, allí dedicó un año a aprender español mientras seguía el proceso de su vocación, buscando una espiritualidad que le llenara. Así, en 2010, se encontró con el Carmelo Descalzo. “Tras una experiencia vocacional, ingresé en la comunidad del aspirantado de Soria. Allí viví durante un año una hermosa etapa de mi vida, que me ayudó muchísimo para discernir mi vocación. Todo era nuevo en mi vida. Al año siguiente, con el convencimiento de que mi camino era consagrarme al Señor en el Carmelo Descalzo y con el apoyo de mis formadores, me enviaron a Granada”.
En la capital andaluza inició la etapa del postulantado, con tres compañeros más, durante dos años en los que realizó los estudios de Filosofía en la facultad de Teología. “Fue una experiencia muy rica y de crecimiento interior desde la vida comunitaria”. La siguiente etapa, la del noviciado, la realizó en el Desierto de las Palmas en Castellón: “En ese periodo me enamoré más y más del carisma teresiano que el Señor me regalaba, y desde el cual vivo mi vida cristiana y de consagrado”. Tras finalizar el noviciado y realizar su primera profesión simple, se estableció de nuevo en Salamanca, para comenzar la etapa del estudiantado, y después en Madrid, donde finalizó sus estudios de Teología.
En 2019 realizó su profesión solemne y fue destinado al convento de Caravaca de la Cruz. Y, el pasado 14 de noviembre fue ordenado diácono y este próximo sábado, 10 de julio, recibirá el Orden Sacerdotal en el convento caravaqueño. “Dios me ha llamado, a mí, un ser insignificante. Por mi falta de capacidad ha habido muchas dificultades en mi camino hasta llegar aquí, pero, con la ayuda de Dios y de mis hermanos de comunidad, he sobrevivido bien”, asegura.
En el Carmelo Descalzo, Daniel ha encontrado su hogar, la espiritualidad y el carisma bajo los que hacer vida su vocación. Una historia de búsqueda y discernimiento que, a sus 46 años, ahora logra ver con perspectiva: “En el pasado fui soldado profesional, pero ahora soy un soldado del Señor, tratando de hacer lo que Él quiere que haga. La voluntad de Dios no es fácil de descubrir y, en muchos casos, los hombres la desconocemos. Al igual que el apóstol Pablo, que persiguió a la Iglesia y se convirtió tras la llamada de Dios, nunca pensé que mi vida cambiaría así; pero tengo que confesar que cada día veo con más claridad que mi vida está en el Carmelo Descalzo”.
A pesar de tantos obstáculos Daniel no ha cesado nunca en su empeño y se ha dejado modelar por las manos del Alfarero, un camino que no ha sido fácil, pero al que anima a seguir siempre sin miedo: “¿Has sentido alguna vez la llamada de Dios? No te decepciones en ninguna situación; si la llamada es genuina, una mano amiga te estará esperando. Si Dios quiere, el próximo 10 de julio seré ordenado sacerdote en la iglesia del Carmen de Caravaca. Recen por mí para que sea un buen pastor de la Iglesia”.