La Santa Sede se desmarca de las popularmente conocidas como terapias de curación de la homosexualidad. Y lo ha hecho a través de la Congregación para el Clero, que ha desautorizado la actividad de ‘Verdad y libertad’, un ente que desde 2013 ofrece lo que presenta, a través de circunloquios para esquivar sanciones administrativas, como un itinerario de esperanza para restaurar las heridas ante lo que denomina Atracción hacia el Mismo Sexo y que se resume con el acrónimo AMS.
Aunque su actividad principal se concentraría en Granada, donde reside Miguel Ángel Sánchez Cordón el pediatra que se reconoció en sus orígenes como promotor de esta plataforma. Hasta allí se habrían desplazado jóvenes y adultos procedentes de diferentes puntos del país en busca de sanación.
Se trata de la primera vez que el Vaticano se planta ante unas prácticas de este tipo en la que ha sido una de las últimas decisiones adoptadas como prefecto por el cardenal italiano Beniamino Stella, que se jubiló el pasado mes de junio dejando la cuestión resuelta a su sucesor, el surcoreano Lazzaro You Heung-sik.
Roma llega a este dictamen de rechazo de las iniciativas promovidas por esta institución que actúa en España y en la que habrían participado sacerdotes, religiosos y laicos, después de una exhaustiva investigación en diferentes fases, según ha podido corroborar Vida Nueva. Este proceso de estudio del caso culminó en la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, celebrada entre el 17 y 23 de abril de 2021, cuando se dio a conocer el informe final de Roma en el que se insta a los obispos a no secundar, participar ni recomendar los tratamientos que se ejecutan desde ‘Verdad y libertad’ por la metodología y objetivo perseguido.
“Bajo ningún concepto es una asociación eclesial, la Conferencia Episcopal como tal nunca la ha apoyado ni autorizado”, sentencian fuentes de Añastro a esta revista, que detallan cómo “ni mucho menos hay un respaldo a esta entidad”. “Es más, animamos a quien se considere afectado o víctima que denuncie por la vía civil, porque desde el punto de vista canónico nosotros no podemos frenar lo que hacen”, se reafirma desde la Casa de la Iglesia.
“El hecho de que hayan participado personas creyentes no puede llevar a que se identifique una actividad de la Iglesia porque no lo es. Así lo ha dejado claro la Santa Sede y así se nos ha pedido que lo expongamos y comuniquemos con diafanidad en nuestras diócesis”, apunta un obispo. A la par, se lamenta de que los propios promotores de ‘Verdad y libertad’ se hayan arrogado el apellido ‘católico’ y hayan buscado aspirantes en espacios cristianos.
Lo cierto es que, seminarios, congregaciones, movimientos y parroquias se han convertido a lo largo de estos ocho años en un caladero de candidatos dispuestos a ‘curar’ su homosexualidad, que llegarían a la entidad a través del boca a boca de compañeros, directores espirituales o psicólogos afines. En este sentido, un grupo reducido de obispos –“unos cinco o seis”, aseguran ex miembros de ‘Verdad y libertad’– habrían colaborado en sus retiros, compartiendo su testimonio y derivando a jóvenes y adultos. Incluso uno de estos pastores habría experimentado el “camino de sanación” y proclamado su experiencia en diferentes foros.
A la declaración romana de este mes de junio se llega después de un primer aviso de la Santa Sede que llegó en noviembre de 2019, cuando los participantes en la Plenaria abordaron un informe sobre esta sociedad que se había hecho llegar al cardenal Stella. El documento recoge los testimonios de varios clérigos que denuncian haber sufrido prácticas que tachan de “vejatorias” justificadas desde el concepto de “homosexualidad reversible”.
Como respuesta a ello, Stella lo remitió directamente al Episcopado y pidió entonces a los obispos que tienen en su diócesis a sacerdotes o seminaristas que han tomado parte de las actividades de la entidad que lo investigaran. Algo que, según consta a través de otra fuente interna en una diócesis en la que este movimiento ha contado con una presencia significativa, no se ha acometido esta auditoría interna.
En aquella reunión episcopal de otoño previa a la pandemia, se dio la palabra al autor del estudio, un religioso y sacerdote que expuso en primera persona el daño generado a seis consagrados a los que ha acompañado en su particular ruta de reconstrucción afectiva después de la experiencia traumática sufrida a su paso por ‘Verdad y libertad’.
Tras su alocución y después de que abandonara la sala de la Plenaria, los pastores abordaron el problema. Tan solo una minoría de no más de una decena de prelados –frente al centenar presentes– respaldaron el itinerario de ‘conversión’ como algo “necesario” para combatir la ideología de género. Uno de ellos incluso negó “de forma beligerante” –rememoran quienes asistieron a la reunión– la veracidad del informe presentado, al que la Santa Sede no pondría después ‘pero’ alguno.
“Para mí, supone un salto en mi recuperación que la Iglesia se haya pronunciado de forma oficial con esta condena. Me alegro de que no se mezcle a la Iglesia madre en lo que yo considero una secta, porque lo he sufrido, y, sobre todo, que nadie pueda decir que lo que allí se practica, se hace en nombre de Jesús”, expone un sacerdote que perteneció a ‘Verdad y libertad’ y que vio durante su estancia en Granada cómo el hecho religioso impregnaba aquellos encuentros con oraciones, meditaciones y jaculatorias del tipo “Dios no os ha hecho así”. Ahora ha logrado reconstruir su vida “aceptando que, desde mi afectividad y coherencia, soy fiel al Evangelio y a mi propia vocación”.
“Vivo conforme a mi fe –defiende a continuación–, tal y como le dice el Papa a James Martin en su reciente carta sobre su pastoral con el colectivo LGTBI”. Por eso, no duda en compartir que “me entristece que todavía haya algún pastor que siga empeñado en justificar este engaño e intenten argumentarlo considerando que si esta terapia sufre persecución es porque es auténticamente cristiana”. “Es más, desde hace tiempo se presentan como mártires del ‘lobby gay’, el relativismo, la secularización…”, apostilla.
Otro de los afectados alerta de que, más allá de esta entidad, “menos gente caería en estas garras como me ha pasado a mí, si desde la Iglesia acompañáramos verdaderamente de forma integral la afectividad, tanto de los curas como de los seglares”.
Pero, ¿qué ha llevado al Vaticano a oponerse de forma taxativa a este tratamiento en concreto? Según relatan los protagonistas del informe que respalda la Santa Sede, el itinerario base se extendería unos 270 días bajo un control exhaustivo y directo de su mentor, además de un seguimiento colectivo por los otros compañeros de camino a través de grupos en redes sociales donde compartir varias veces al día avances estados de ánimo.