En entrevista para Vida Nueva, el padre Leonardo Morales, de la Pastoral Social de Acapulco, asegura que la violencia se refleja cada vez más en actos deshumanizantes que desgarran el alma
La Arquidiócesis de Acapulco (México) relanzó recientemente los manuales del Programa de Acompañamiento a Víctimas de la Violencia (PAVV), con la finalidad de dar un nuevo impulso a la ayuda que se brinda a las víctimas de la violencia en la región.
Y es que, lamentablemente –como explica el sacerdote Leonardo Morales Gutiérrez, coordinador de Causas y de la Comisión Pastoral Social de la Arquidiócesis de Acapulco–la violencia ha ido evolucionando con el tiempo, reflejándose en “actos deshumanizantes, violencias que desgarran el alma y parecieran fuera de este mundo: asesinatos, desapariciones, violencia sexual, decapitados, entre otras”.
Desde hace diez años, la Arquidiócesis de Acapulco, con el entonces arzobispo Carlos Garfias Merlos, puso en marcha el Programa de Acompañamiento a Víctimas de las Violencias, planteado como una respuesta a la emergencia de victimización, considerada por la Iglesia como una crisis humanitaria.
Ahora, con el arzobispo Leopoldo González, quien gobierna pastoralmente esa Iglesia particular desde agosto de 2017, se busca dar nuevos bríos a este programa que a lo largo de su historia ha permitido atender a más de 4,000 víctimas de violencia.
El proyecto -considera en entrevista el sacerdote Morales Gutiérrez- es sin duda una apuesta estratégica para iniciar una ruta de construcción de paz y prevención de la violencia. “Es, a la vez, una respuesta moral, cristiana, valiente y decidida ante el profundo dolor de las víctimas que sufren las violencias y sus familiares”.
Con el relanzamiento de los manuales –detalló el sacerdote– se trata de hacer conciencia de la importancia de acompañar a las víctimas de las violencias e insistir en la necesidad de la capacitación a aquellas personas, comunidades o sectores que se interesen en desarrollar el PAVV.
Recordó que los primeros manuales que publicó la Arquidiócesis de Acapulco recogían la experiencia de las condiciones necesarias para generar equipos levadura (personas que deciden capacitarse y acompañar a las víctimas), y los beneficios y resultados gracias a los procesos de sanación.
Sin embargo, “hacía falta contar en el manual con las herramientas básicas de capacitación, talleres y actividades concretas que desarrolla el equipo levadura diocesano en colaboración con el equipo levadura parroquial”.
El sacerdote Leonardo Morales Gutiérrez explicó las cuatro columnas del programa. La primera es la Dimensión Pastoral, que son todas aquellas acciones dirigidas a las personas que son parte de la Iglesia Católica.
“Este acompañamiento se realiza a través de servicios eclesiales. Para la Iglesia son la puerta de entrada para un acompañamiento más integral”, dijo.
La segunda es la Dimensión Espiritual, entendida como todas aquellas acciones que permiten que las víctimas contacten con su propia dimensión trascendente y/o espiritual, independientemente de la fe que profesen o de la religión a la que pertenezcan.
La tercera es la Dimensión Psicosocial, que se define “como todas aquellas acciones que permiten que las víctimas reconozcan y gestionen sanamente todas las emociones, ideas y comportamientos que hayan experimentado durante y después del hecho violento en relación con ellas mismas, con los otros y las otras, con el entorno y con Dios”.
Y la cuarta dimensión es la Jurídica, que es comprendida en este proyecto y se describe como todas las acciones encaminadas al acompañamiento de las víctimas en los procesos de acceso, exigibilidad y defensa de la justicia.
El sacerdote detalló que desde el inicio del programa a la fecha, la Arquidiócesis de Acapulco ha beneficiado a más de 4,000 personas de manera directa con la implementación del PAVV, y destacó el papel de los Centros de Escucha, que son espacios de confianza, acogida y sanación, que generalmente se encuentran en las parroquias de la Arquidiócesis de Acapulco.