Entrevistas

Miguel Ángel Cadenas: “Sueño con una teología más amazónica”





En 1994, un año después de ser ordenado sacerdote, el agustino leonés Miguel Ángel Cadenas Cardo (Laguna de Negrillos, 1965) aterrizó en la Amazonía peruana para incorporarse al Vicariato Apostólico de Iquitos, confiado a su Orden desde principios del siglo XX. Allí lleva casi media vida desarrollando su ministerio pastoral, en los últimos años como superior regional y coordinador del proyecto de fusión de las tres provincias agustinas en el país. El próximo 18 de julio, recibirá la consagración episcopal y tomará posesión como nuevo obispo de Iquitos, responsabilidad que asume “con imaginación, paciencia y alentando que los laicos ejerzan su función”.



PREGUNTA.- Antes de la pandemia, cumplía sus bodas de plata en Iquitos. Y ahora, para celebrarlo, nuevo obispo del vicariato apostólico. ¿Cómo asimila este cambio?

RESPUESTA.- Con sorpresa y tranquilidad. Son distintos servicios que nos pide la Iglesia, y hay que intentar responder lo más adecuadamente que podamos.

P.- Su nombramiento da continuidad a la presencia agustiniana en Iquitos. ¿Qué supone para su orden esta misión en la Amazonía peruana?

R.- Los agustinos llegamos a Iquitos en 1901. Hasta hace un par de décadas, éramos todos españoles; ahora, la mayoría son peruanos. Por tanto, la continuidad de la orden en este espacio está garantizada. Hemos cuidado con esmero el encargo encomendado por la Iglesia y lo seguiremos cuidando.

Para la orden es una gran responsabilidad. Hay que disponer de hermanos y de dinero para poder llevar a cabo esta misión. El territorio es inmenso y la ciudad, de 600.000 habitantes, sigue creciendo, razón por la cual seguimos necesitando hermanos. Por tener la sede en una ciudad, gozamos de algunas ventajas que otros vicariatos amazónicos no pueden disfrutar. Nos mantenemos, tanto con personal como económicamente; otros vicariatos sí necesitan ayuda urgente. Nosotros también necesitamos ayuda, pero no estamos en una situación dramática.

Un diócesis en la selva

P.- ¿Cómo se pastorea una diócesis de 100.000 kilómetros cuadrados en plena selva y con un millón de fieles?

R.- Con imaginación, paciencia y alentando que los laicos ejerzan su función. Tenemos 25 parroquias en la ciudad, algunas atienden comunidades en los ríos, y cuatro están ubicadas en los ríos. En la mayoría de las comunidades de los ríos, hay un animador cristiano que preside la comunidad y realiza las celebraciones de la Palabra los domingos y fiestas. Estos animadores son el rostro de la Iglesia en la Amazonía.

Tenemos varios colegios parroquiales y uno privado, donde aportamos calidad a la alicaída educación regional. Durante décadas, el vicariato viene administrando dos radios: una en Iquitos y otra en Nauta, dedicada más conscientemente al pueblo indígena kukama, en cuyo territorio se asienta.

P.- ‘Querida Amazonía’ ha supuesto un soplo de aire fresco para una Iglesia obligada a menudo a sobrevivir por sus propios medios. ¿Ha llegado la hora de los ‘viri probati’?

R.- Tal vez, pero no me parece el tema principal. Es mucho más urgente comprender cómo se vive y recepciona el cristianismo. Los animadores cristianos, muchos de ellos indígenas, nos proporcionan un legado valioso. Cuando predican la Palabra de Dios, vuelven a repetir, casi literalmente, la lectura bíblica. De acá se desprende que manejan un concepto de historia diferente. Las palabras y los gestos adquieren mayor importancia si cabe. La mímesis es fundamental, una recreación en toda regla. Todo ello se sustenta en un trasfondo chamánico. Por tanto, es conveniente preguntarse: cómo predicamos, para quién predicamos, qué herramientas y tropos utilizamos, cómo somos comprendidos (o incomprendidos). Regresando a los ‘viri probati’, más importante que si están casados o no, es preguntarnos cómo se ejerce la autoridad en la Amazonía y en la Iglesia.

Inculturación indígena

P.- En la exhortación postsinodal, el papa Francisco comparte cuatro sueños (social, cultural, ecológico y eclesial) para la región. ¿Cuál es el suyo?

R.- Los sueños en la Amazonía, como en la Biblia, son revelación de Dios. Para los pueblos indígenas, los sueños son objeto de mucho interés. Si tenemos un sueño perturbador, se comparte por la mañana, para que no se cumpla. Y si hemos tenido un buen sueño, se guarda silencio, para que pueda realizarse. En Mt 1-2 aparecen los sueños en cuatro ocasiones, en la Amazonía los sueños son revelación de Dios, pero los predicadores –tanto extranjeros como locales con teología occidental– no los tenemos en cuenta. Sueño con una lectura de la Biblia significativa, que supere el sesgo occidental. Sueño con una teología más amazónica. Las órdenes religiosas hemos evangelizado la Amazonía, pero no hemos dedicado tiempo para una teología amazónica. Y eso exige un paradigma diferente de la inculturación. (…)

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Alicia Ruiz López de Soria, ODN







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