Una semana después del magnicidio del presidente Jovenel Moïse, en Haití, a pie de calle, se vive “una calma inquietante”. “Más allá de organizaciones de algunos pequeños focos de protesta causados por la indignación misma del asesinato, se siente, sin embargo, una situación de paz con una tensión reprimida y en cualquier momento podemos asistir a una explosión colectiva de la cólera de la gente”, señala a Vida Nueva Jean-Herick Jasmin, director del Servicio General para la Justicia, Paz e Integridad de la Creación de los Oblatos de María Inmaculada en el país caribeño.
El religioso echa de menos indicaciones claras a la población o a los fieles, incluso del propio Episcopado: “Sabemos que la prudencia es de rigor en la Iglesia, pero esta ausencia está dando lugar a múltiples declaraciones proféticas de los evangélicos y falsos profetas que se aprovechan de la situación. Ahora mismo, cada secta religiosa tiene una revelación para el pueblo y así se alimentan el odio y el miedo en la población”.
Políticamente, el país vive una preocupante bicefalia, explica Jasmin: “Se ha generado una nación descabezada con la presencia de dos primeros ministros. Uno nombrado días antes del asesinato del presidente, Ariel Henri. El primer ministro saliente, Claude Joseph, se ha presentado como el que debe asegurar el gobierno tras el homicidio. Los dos declaran legitimidad según el artículo 149 de la Constitución, y sin embargo, los dos carecen de ella. Se ha decretado un toque de queda en todo el territorio (como una ley marcial)”.
El oblato recoge que “entre la población, se apunta a los guardias de seguridad del presidente como, al menos, cómplices. Se ha detenido a Emmanuel Sanon y se le señala como autor intelectual, aunque muchos creen que ha habido injerencias de otros países”.
“Por otra parte –continúa–, en Haití, a menudo, la política se hace desde los episodios de violencia para generar pánico e intimidar a los actores políticos. La razón subyacente es la corrupción ligada a peticiones de favores o de posición en el gobierno”.
Jasmin no esconde su pesimismo sobre el fin de la violencia: “Es utópico hablar en estos días de una inflexión en la violencia en Haití. Si después de más de 12 años, los gobiernos no han podido encontrar un solución al problema de la inseguridad”. Y se reafirma a renglón seguido: “Creo que con la muerte del presidente Jovenel, la herida de los círculos de violencia se hace más profunda y crónica”.