En una celebración con aforo limitado por las restricciones sanitarias, Carlos Ñañez festejó sus bodas de oro y agradeció a la obra de Dios en su vida
Carlos José Ñáñez, titular de la arquidiócesis de Córdoba, presidió la misa de acción de gracias por el 50º aniversario de su ministerio sacerdotal. Lo acompañaron los obispos auxiliares, Pedro Torres y Ricardo Seirutti, Fray Pablo Ordoñe, de la Orden de la Merced, y los vicarios Roberto Giardino y Pablo Nassif, y el P. Dante Simón.
El prelado agradeció el precioso don que Dios le hizo hace ya 50 años: la ordenación sacerdotal. Además, hizo un balance de su servicio en la Iglesia en la ciudad de Córdoba y en Tucumán. “Mis sentimientos en este gratísimo momento son de asombro y admiración”, sobre todo por la posibilidad de celebrar diariamente el misterio eucarístico.
Reconoció en su vida la obra del Señor quien lo enriqueció con sus dones, lo preservó de peligros, lo protegió en las pruebas, lo acompañó y lo cuidó, cumpliendo su promesa. Recordó a quienes lo acompañaron y guiaron a lo largo de todo su ministerio.
A modo de balance, afirmó que en estos años de servicio ministerial intentó “testimoniar y anunciar el Evangelio, con mis características personales, mis límites y fragilidades. Lo logrado es ciertamente obra del Señor”. Además, expresó: “pido perdón al Señor y su Iglesia por lo que no supe o no me animé a hacer; por las veces que no supe o no terminé de animarme a reflejar el evangelio en mi vida de discípulo y de pastor, y si perjudiqué u ofendí a alguien, le pido perdón de corazón“.
En cuanto a su futuro, aseveró: “Quiero ofrecer mi servicio y disponibilidad a la Iglesia en donde el Señor me indique”. Y agregó: “Los pastores pasamos. Jesús, a quien seguimos, es el mismo ayer, hoy y lo será para siempre”.
Quiso mencionar “una gracia particular” que el Señor le concedió como pastor: participar de la canonización de san José Gabriel del Rosario Brochero, patrono del clero argentino, y de las beatificaciones de Madre María del Tránsito Cabanillas, fundadora de las Hermanas Terciarias Misioneras Franciscanas; de Madre Catalina de María Rodríguez, fundadora de las Hermanas Esclavas del Corazón de Jesús; de Mons. Enrique Angelelli, antiguo obispo auxiliar de esta Arquidiócesis, y sus compañeros mártires; y “como ‘broche de oro’, si Dios quiere, participaré de la próxima beatificación de Fray Mamerto Esquiú, antiguo obispo de Córdoba”, el próximo 4 de setiembre, en Catamarca. Estamos convocados a este desafío: ser santos, juntos, como ellos, procurando una santidad comunitaria como pueblo de Dios.
Finalmente, el arzobispo expresó que “María Santísima ha estado siempre presente en mi vida”, en sus diversas advocaciones se ha encomendado siempre a Ella. Su ayuda y la de San José fue decisiva en su vida. Encomendó a ellos y a los santos cordobeses a todos los hermanos para ser irreprochables en la presencia de Dios.