La República Centroafricana celebra su día de la Independencia en verano. Oficialmente, porque en realidad “no sabemos qué se celebra, porque el país nunca ha sido más dependiente de potencias extranjeras que ahora”, cuestiona Jesús Ruiz, obispo de Mbaïki. Lo corrobora Juan José Aguirre, al frente de la diócesis de Bangassou, y con más de 40 años de trabajo sobre el terreno.
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Tradicionalmente ligado a Francia, el país ha dado en los últimos meses un giro radical, de la mano del releegido presidente, Faustin-Archange Touadera, que ha alcanzado un acuerdo con Vladimir Putin por el que Rusia ha entrado en la República Centroafricana.
La presencia de Rusia
El país galo no lo ha tomado precisamente bien. Además de amenazar con retirar todas las ayudas, se vive, de facto, “una guerra entre ambos países europeos con Centroáfrica como tablero de ajedrez”, según denuncia Aguirre.
“En unos meses, Rusia ha logrado lo que franceses y la ONU no han conseguido en años: acabar con la guerra, eliminando a los dirigentes rebeldes y diezmando sus tropas”, analiza Ruiz. No obstante “a los rusos les da igual el país, han venido a quedarse con las minas y riquezas naturales –que es lo mismo que venía haciendo Francia, por otro lado–, y al haber descabezado los ejércitos, los soldados ahora se han quedado como salteadores que atacan a todo”.