A Rekha le puede la humildad. Biblista apasionada de Juan, esta consagrada india entiende el liderazgo de Jesús desde el cuerpo joánico, con la amistad como eje. Así lo vive en su día a día como superiora general de las religiosas de la Asunción, al servicio de más de un millar de hermanas en 33 países.
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PREGUNTA.- ¿Por dónde sopla el Espíritu para las religiosas de la Asunción en la era pos-COVID?
RESPUESTA.- La pandemia nos ha obligado a todos a enfrentarnos a una crisis global sin precedentes, que ha cambiado radicalmente muchos de nuestros proyectos y programas ya planificados. No tuvimos más opción que responder con creatividad a las consecuencias actuales y futuras de la pandemia. Yo acogí esta situación como un momento favorable para buscar nuevas formas y maneras de hacer que la presencia y misión de la Asunción fueran más significativas y relevantes.
El desafío real es discernir las “nuevas formas” de nuestro carisma que nos conviertan en fuente de energía positiva y de esperanza profética para un mundo mejor. Como dice el refrán: “Cuando las raíces son profundas, no hay razón alguna para temer al viento”. Esta nueva forma de vivir hace que la presencia sanadora de Dios, su justicia y su compasión, sean más visibles en estos tiempos de prueba.
P.- Su congregación es toda una ‘multinacional’. ¿Cómo se lidera una familia así sin caer en criterios empresariales, pero sin vivir de espaldas a las exigencias del mundo actual? Como experta en liderazgo de la vida religiosa, ¿cree que los consagrados pueden perderse en la gestión de sus obras cuando deben ser el alma?
R.- No me considero ninguna experta en liderazgo en la vida religiosa, pero lo entiendo como nuestra participación en el proyecto de Dios. Los líderes están llamados a capacitar a los miembros para el servicio a la misión de Dios. Basándome en el evangelio de Juan, he ido proponiendo un modelo de liderazgo de alianza-amistad, como el mejor paradigma de animación en las congregaciones. El liderazgo se entiende como servicio por amor entre los amigos y discípulos de Jesús (Jn 15, 13-17).
Este modelo joánico de animación comprende un aspecto de reciprocidad en los roles de liderazgo: nos servimos “unos a otros”, como compañeros de alianza en la misión de Dios. En esta atmósfera las relaciones no son jerárquicas, sino mutuas y colaborativas. El carisma del liderazgo, más que controlar desde arriba, inspira el trabajo en equipo y el compromiso incondicional. Es una animación desde dentro, para construir una comunidad al servicio de la misión de Dios de crear un mundo más humanizado.
Así, los líderes no sienten su misión como una carga pesada, sino que su animación se convierte en una experiencia de gracia que da vida en abundancia a todos sus miembros. Si bien este modelo de amistad brinda espacio y libertad para que cada miembro ofrezca su contribución única, exige también responsabilidad y saber responder de ella. Implica unir la firmeza con la compasión, y la justicia con la misericordia. No es fácil, pero no es imposible cuando “caminamos humildemente con Dios” (Miq 6, 8).
Buscadoras de oportunidades
P.- Líder y mujer. ¿Cómo valora los pasos dados por el Papa: necesarios, suficientes…? ¿Se ve votando en un Sínodo?
R.- La manera que tiene el papa Francisco de animar a la Iglesia es para mí un desafío y una fuente de inspiración. Él está preocupado por el bienestar de todos los pueblos de Dios. Los pobres y los marginados, incluyendo a las mujeres, tienen un lugar especial en su corazón. Su deseo de una mayor participación de las mujeres en la toma de decisiones ha quedado patente en la misión concedida a ciertas mujeres en algunos cargos que previamente eran desempeñados únicamente por hombres.
Valorando cada paso dado por el papa Francisco, creo que todavía tenemos un camino largo hasta llegar a asegurar el justo lugar de las mujeres en la Iglesia. Tengo la total confianza de que llegaremos a ello. Despacio, pero de forma segura. Mi experiencia como miembro de la Federación de Conferencias Episcopales de Asia ha sido extraordinaria, una experiencia de comunión en la que cardenales, obispos y teólogos reflexionan juntos sin orden jerárquico.
Cada cual tiene su lugar y cada voz es escuchada con respeto, como corresponde a los discípulos de Jesús. Como yo participé en el Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización en octubre de 2012, sin derecho a voto, soñaría que, en el Sínodo, todos los participantes tuvieran derecho a voto. Las mujeres deberían desempeñar el papel de “buscadoras de oportunidades” en la Iglesia, y hacer de cada nueva posibilidad de apertura un momento favorable para dar nuestra contribución única a la vida y misión de la Iglesia.