María Guadalupe Muñoz pertenece a las carmelitas de Santa Teresa de Jesús, es experta en Teología del Cuerpo, y ha sido convocada para participar en las reflexiones previas y durante el sínodo de los obispos en 2023
Su nombre es María Guadalupe Muñoz Durán, pertenece a las Carmelitas de Santa Teresa de Jesús, y como experta en Teología del Cuerpo, participará en calidad de auditora en el Sínodo de los Obispos 2023 que lleva por título: ‘Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión’.
La religiosa conversó con Vida Nueva sobre esta encomienda a la que fue convocada, junto con otras mujeres, para participar en una reflexión-fundamentación teológica previa y durante el sínodo. Consideró que se trata de “un gran regalo y una gran responsabilidad como hija de Dios y de la Iglesia”.
María Guadalupe Muñoz aplaude el hecho de que el papa Francisco busque una mayor y más activa participación de la mujer en la Iglesia en cuanto a la reflexión teológica que desde la visión y experiencia femenina se puede suscitar, y durante el sínodo tendrá como tarea principal profundizar en el tema: “El papel de la mujer en la Iglesia hoy y el reto de la sinodalidad”.
PREGUNTA.- ¿Cómo puede la mujer, desde su visión, aportar a este sínodo?
RESPUESTA.- Es importante resaltar que, hablar de sinodalidad es hablar de la mujer, la persona que, por su genuinidad, está llamada a ser sacramento de comunión dentro de la Iglesia y custodio del orden del amor.
Y hoy más que nunca, es un reto que esto tan genuino en ella se vea reflejado en una realidad que urge ser más fortalecida día a día: la sinodalidad, una experiencia humanizadora y personalizadora dentro de la Iglesia, que se entiende como el caminar juntos, sabiendo que no se camina junto a otro cuando se camina dos pasos por detrás.
No se camina junto a otra sin darle conversación unas veces y sin escucharle otras. No se camina junto a otra sin preguntar qué camino tomar y llegar a un consenso. Caminar juntos tiene una serie de condiciones para que verdaderamente se cumpla que “caminamos juntos”.
Por ello, es importante preguntarnos, desde una reflexión profunda, cuál es el papel que desempeñamos y las responsabilidades que nos atañe a cada uno y una de nosotros. Todos debemos asumir nuestra parte en la construcción de una Iglesia caminante, verdaderamente comunitaria, y no autoritaria y excluyente.
Caminar juntos afecta directamente a la cuestión de las mujeres en la Iglesia y su aporte genuino en el interior de ella.
P.- ¿Cómo fue convocada a participar en el sínodo y en qué sentido?
R.- Como diría Santa Teresa de Jesús: “nuestra Iglesia tiene que ser una comunión de vida y solidaridad de todos sus miembros, que postula la colaboración de todos, según las condiciones, las cualidades y los carismas de cada uno, a fin de colaborar y conseguir sus objetivos esenciales. Su embellecimiento y santificación”.
Como religiosa Carmelita y como Doctora en Teología, desde hace ya casi cuatro años me han invitado a participar en el equipo de “Reflexión teológica femenina de México”. Y fue a partir de este espacio de reflexión donde se nos convocó a participar como auditoras en el ámbito de la reflexión teológica que se vaya suscitando de algunos temas a tratar en el próximo sínodo.
P.- Para usted, ¿en qué radica la importancia del próximo Sínodo de los Obispos?
R.- Comparto la idea, con muchos otros cristianos y cristianas, de que este acontecimiento nos está proporcionando un horizonte eclesial diferente, que puede sustentar, si sabemos aprovecharlo, una experiencia en la que Dios se Revela hoy.
Para ello es importante hacernos, como comunidad de comunidades, las preguntas adecuadas y buscar entre todos y todas soluciones diversas y dialogadas. Necesitamos caminar juntos. A ello nos exhorta la sinodalidad, el tema clave de esta gran experiencia en la vida de la Iglesia.
P.- En este sentido, ¿qué relevancia tiene para usted que el Papa nombrara por primera vez a una mujer como subsecretaria del Sínodo de los Obispos (la hermana Nathalie Becquart)?
R.- Además de lo histórico que representa que por primera vez una mujer sea subsecretaria de la institución creada por el papa san Pablo VI y, por tanto, que tendrá derecho a voto en los sínodos (donde desde hace varios años han participado laicos), lo más importante es que es un signo y un gesto del Papa que nos recuerda, pero sobre todo nos educa, que en la Iglesia se les necesita a todos, hombres y mujeres. Nadie puede sentirse al margen de los desafíos y tareas de la Iglesia. Todos somos un Don para la Iglesia.
No se trata de “promocionar” la importancia de la mujer, es más, diría que las mujeres no tenemos por qué sentirnos más importantes, sólo necesitamos vivir de acuerdo a nuestra dignidad, que es idéntica a la de los hombres, y brindarnos de acuerdo a nuestra propia identidad.
Creo que lo que el Papa está haciendo es justamente aprovechar la especificidad femenina, ubicando a mujeres idóneas en cargos claves para que se enriquezca la Iglesia toda con su servicio.
Si entendemos que en la Iglesia el poder es servicio, entonces podríamos afirmar que el Santo Padre da mayor poder a las mujeres cuando las elige para integrar equipos en los cuales comparten la responsabilidad de la toma de decisiones.
Es un ejemplo digno de imitar por parte de otras estructuras eclesiales, de modo que el trabajo colaborativo entre varones y mujeres sea el motor de una Iglesia misionera, en salida, que en sí misma experimenta la hermandad que propone al mundo como algo ‘urgente’.