Europa

El caso Bianchi, un monje ‘sui generis’





El pasado 3 de marzo, Enzo Bianchi cumplió 78 años, uno de los cumpleaños más amargos de su vida. Nacido en la localidad piamontesa de Castel Boglione y animado desde los inicios de su vida por un fuerte espíritu cristiano, ya en la Universidad de Turín, donde cursa estudios de economía, se reúne con otros estudiantes para profundizar en el conocimiento de la Biblia y de la doctrina e historia de la Iglesia. Así, irá naciendo en su interior el deseo de realizar una vocación monástica.



Sigue con pasión las sesiones del Vaticano II y, el 8 de diciembre de 1965, día en que Pablo VI clausura el Concilio, se retira a vivir en Bose, pequeña pedanía de Magnano, en la provincia de Biella. Son los comienzos de su experiencia como monje semieremita, ya que pasa tres años en soledad casi absoluta dedicado a la oración y la ascesis. Poco a poco, se le van uniendo algunos jóvenes atraídos por su carisma personal y, tres años después, nace la Comunidad Monástica de Bose.

El hecho de que formen parte de ella una mujer y un pastor protestante alarma al obispo de Biella, que prohíbe la fundación. Interviene el entonces arzobispo de Turín, el cardenal Michele Pellegrino, que en abril de 1973 la aprueba como asociación privada de fieles de la que forman parte siete hermanos, cifra que se incrementa notablemente con el paso de los años. Su actividad pastoral es grande. Bianchi se da a conocer al gran público con numerosas colaboraciones en prensa nacional e internacional.

En expansión

Todo va, pues, viento en popa. Benedicto XVI le nombra experto en los sínodos sobre la Palabra de Dios (2008) y la Nueva Evangelización (2012). Francisco, en 2014, le hace consultor del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. Mientras, la comunidad monástica se ha expandido con otras fraternidades en las diócesis de Brindis, Asís, Volterra y Civita Castellana.

El padre Enzo –como muchos le conocen– anuncia, a finales de 2016, su dimisión como prior de la comunidad. El 26 de enero de 2017, es nombrado su sucesor: Luciano Manicardi. Es a partir de ese momento cuando comienzan las dificultades y salen a la luz algunos puntos oscuros. En diciembre de 2019, el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado vaticano, ordena una visita apostólica a la comunidad, al final de la cual se nombra delegado pontificio al canosiano Amedeo Cencini.

Con paciencia y contando siempre con el apoyo vaticano, logra reconstruir episodios que demuestran abusos de autoridad, ejercicio autoritario del gobierno, ausencia de espíritu fraternal, uso inapropiado de los recursos económicos, etc.

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