Ser católico, entre otras cosas, implica “ponerse del lado de los rechazados, excluidos o marginados, como eligió hacer Jesús”, señala el jesuita James Martin en una publicación en la revista America en la que se pregunta ‘¿Por qué debería la iglesia llegar a las personas LGBTI?’ y repasa algunas de las cifras de exclusión del colectivo por parte de la comunidad cristiana.
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Para Martin, los jóvenes LGBTI que declaran tener al menos un adulto que los acepta tienen un 40% menos de probabilidades de llegar a un intento de suicidio, según cifras del último año. Esa persona podría ser un sacerdote, diácono, catequista o religiosa… Ante esta situación lamenta los rechazos de sacerdotes y agentes pastorales a diario a personas que les han confiado su orientación sexual. “Una mujer me contó que después de decirle a un sacerdote que era gay, éste le dijo que había rezado desde su ordenación para no conocer nunca a una persona gay”, relata.
Abandono de la Iglesia
El activista condena que se tache en homilías a las “agenda” LGBTI como imposición “satánica” o equiparen el aborto al matrimonio entre personas del mismo sexo. Por ello, destaca unos datos de 2016 en el que estos mensajes son “una de las razones más significativas por las que los católicos abandonan la iglesia, y lo hacen en mayor proporción que en cualquier otra religión” (el 39% de rechazo, cuando la pederastia entre el clero es el 32%, 10 puntos más que en las demás religiones). Estos datos, en una encuesta específica, llegan hasta el 64%.
Ante esta realidad, el jesuita hace una llamada a la conversión frente a los prejuicios. Los datos sobre suicidios juveniles entre gays y lesbianas son alarmantes, para el sacerdote, y deben mover a la compasión de los católicos. “Debemos ser conscientes de los efectos que puede tener el lenguaje estigmatizante, especialmente el lenguaje estigmatizante de la religión. Puede tener consecuencias de vida o muerte”, sentencia.
Frente al odio
Otros datos significativos son los referentes a los “crímenes de odio” en el colectivo. En 2019, según el FBI, uno de cada cinco delitos de odio estaba motivado por un sesgo de esta naturaleza. “En muchos países, la iglesia podría ser, si así lo decidiera, una poderosa voz de protección, amor, misericordia y compasión en nombre de las personas LGBTI, que a menudo están en peligro físico”, propone.
Y es que en más de 70 países, ser LGTBI es un delito y “en algunos de estos países la iglesia se pone del lado de los regímenes represivos”. Por ejemplo, cita a un obispo de Europa del Este que llamó a estas personas la “plaga del arco iris”. “Estas estadísticas deberían hacernos desear acercarnos a nuestros hermanos y hermanas de la LGBTI con la misma ‘cercanía, compasión y ternura’, para usar las palabras del papa Francisco, con la que Dios se acerca a ellos”, concluye.