El presbítero Luis Eduardo Villarreal ha coordinado durante 13 años el albergue de migrantes Casanicolás; en entrevista para Vida Nueva, narra la historia de Ruth, una hondureña que logró pasar del “infierno al paraíso”
“El migrante es una persona buena, que aporta siempre trabajo, cultura y proyectos de vida en los lugares a donde llega; lo demás son mitos, no realidades”, así lo dijo el presbítero de la Arquidiócesis de Monterrey, Luis Eduardo Villarreal Ríos, quien pide a los mexicanos no criminalizar la presencia de migrantes en el país.
A mediados de junio de este 2021, Luis Eduardo Villarreal Ríos fue reconocido por el papa Francisco con el título de Capellán de Su Santidad, junto con otros cinco sacerdotes: Santiago Cavazos Almaguer, Juan Carlos Castillo Ramírez, Gerardo Charles García, Carlos Junco Garza y Ramón Sada Gámiz, todos del clero de la Arquidiócesis de Monterrey.
Vida Nueva conversó con este sacerdote, quien ha coordinado desde su fundación, en 2008, el albergue para migrantes Casanicolás, ubicado en el municipio de Guadalupe, en el estado de Nuevo León.
Asegura que como cristianos, atender a los hermanos migrantes no es una opción, sino un compromiso que viene expresamente establecido en las Sagradas Escrituras: “en el Éxodo, en el Levítico y en Mateo 25, cuando Jesús habla de los criterios de pertenencias”.
El sacerdote regiomontano recordó que, al informarle de su nombramiento, el arzobispo Rogelio Cabrera López, le hizo ver la necesidad de dar a conocer al presbiterio de Monterrey que hay diversas maneras de servir. ‘Quiero que vean en este ministerio con migrantes una opción de la Iglesia‘.
Explicó también que el papa Francisco, en el primer viaje que hizo fuera de la ciudad del Vaticano, a la isla italiana de Lampedusa en el mar Mediterráneo, habló de la acogida a los migrantes, “una voz que resonó en el mundo y en los corazones de los que estamos en esta tarea“.
Para el presbítero, la encomienda como Capellán de Su Santidad es la de seguir manifestando la fidelidad al Vicario de Cristo y a Jesús, pero también a su proyecto del Reino, y en este sentido –dice– “si uno ejerce el ministerio a personas migrantes centroamericanas, como es mi caso, debo dedicarme con plena conciencia y amor a esa actividad, haciendo presentes los valores del Reino“.
En Nuevo León (México) el fenómeno de la migración es muy fuerte, de tal manera que Monterrey, la capital, no solo se ha convertido en un lugar de paso, sino también en un lugar de origen, destino y retorno de la migración forzada.
El Capellán de su Santidad recuerda que en la época del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, llegó a México un éxodo migratorio y una caravana de personas que querían llegar a la Unión Americana para trabajar, situación que requirió un gran esfuerzo por parte del albergue que coordina, pues tuvieron que atender unas 400 personas durante un mes.
Actualmente –dice– a partir del cambio de discurso de Joe Biden en la política migratoria, muchas familias se animaron a migrar por el ‘sueño americano’; “entonces ahora en el albergue, en vez de una migración varonil-laboral, tenemos la tercera parte con menores acompañados, hay muchos niños y niñas”.
“El albergue está vivo y lleno de vida; sin embargo, es una tarea muy ardua, ya que requiere de mantener los cuidados de salud, alimentación, además de la disciplina, hospedaje y atención psicosocial”, añade.
Una de las experiencias que más han marcado al Capellán de Su Santidad en su labor pastoral con los migrantes, es la de Ruth, una mujer hondureña que viajó en el tren de carga conocido como ‘La bestia’, y presenció el asesinato de ocho mujeres también en condición migratoria.
A ella la dejaron viva -comenta el sacerdote- porque iba embarazada, pero fue un trauma muy fuerte que tardó en superar. Meses después llegó a Casanicolás, donde dio a luz a su hija; posteriormente, un sacerdote la tuvo en otro albergue de Nuevo Laredo, y ahí la asesoraron para entregarse a migración y conseguir ser acogida humanitariamente; después de unos años, se casó, tuvo otro hijo y “está feliz… fue un ejemplo de vida porque no todos los migrantes pasan del infierno al paraíso“.