Durante su catequesis en el Aula Pablo VI del Vaticano tras la pausa de julio, Francisco recuerda el aniversario de la explosión del puerto de Beirut y muestra su “gran deseo” de viajar a Líbano
En la audiencia general que presidió este miércoles en el Aula Pablo VI del Vaticano tras la pausa del mes de julio, en el que el habitual descanso de estos encuentros coincidió con su período de convalecencia tras la operación de colón a la que se sometió, el papa Francisco afirmó que “con la verdad del Evangelio no se puede negociar”.
Improvisando sobre el texto que tenía preparado para su catequesis, dedicada a la Carta a los Gálatas, insistió en que el Evangelio puede recibirse “como fue anunciado” o se recibe en cambio “otra cosa”, pues “la fe en Jesús no es una mercancía a negociar”. Es en cambio “salvación, encuentro y redención”, que no se vende “barata”. “El Evangelio es solo uno, no puede existir otro”, insistió el Pontífice recordando la experiencia de san Pablo con los Gálatas.
El propio apóstol era “bien consciente” de que su misión era “de naturaleza divina”, por lo que estaba motivado con “total entusiasmo por la novedad del Evangelio, que es una novedad radical”, dijo el Papa, insistiendo en que no se trata de una “novedad pasajera” y en que “no hay un Evangelio a la moda”, pues éste resulta “siempre nuevo”.
Para ser capaces de “acoger la verdad suprema” que se presenta con la persona y la predicación de Jesús, es necesario “desprenderse” y “saber discernir”. Es lo que Jorge Mario Bergoglio recomendó a algunas realidades eclesiales que “reducen todo el Evangelio a su movimiento”, en particular a la figura de su fundador o fundadora. Esa actitud “no da frutos con raíces profundas” aunque pueda ayudar “al inicio”.
En sus saludos en los distintos idiomas a los varios cientos de fieles y peregrinos que participaron en la audiencia general, que llevaban mascarillas y guardaban la distancia de seguridad, el Papa recordó que este miércoles se cumple un año de la explosión y el incendio que devastaron el puerto de Beirut, dejando unos 200 muertos y destruyendo parte de la capital libanesa, que aún no se ha recuperado.
El Pontífice ofreció su solidaridad y oraciones a todas las víctimas de aquella “terrible explosión” y mostró una vez más su “gran deseo” de viajar a este país árabe. También hizo un llamamiento a la comunidad internacional para que ayude a esa nación “con gestos concretos, no solo con palabras”.
“No me canso de rezar por vosotros para que Líbano vuelva a ser un mensaje de fraternidad y paz para todo Oriente Medio”, aseguró Francisco, lamentando que muchos libaneses hayan perdido “la ilusión de vivir” y se encuentren “cansados y desilusionados” ante la “dura crisis” que sufre su país.