El sábado 31 el templo de La Merced en la ciudad de Curicó, a 200 kilómetros al sur de Santiago, recibió a los 33 agentes pastorales procedentes de toda la diócesis de Talca, que egresaron del curso de un año en el que recibieron formación para desempeñarse como ‘misioneros procesales’.
Esta inédita figura pastoral tiene por misión hacer el nexo entre la parroquia y el Tribunal Eclesiástico acogiendo, acompañando y, cuando es posible, reintegrando a las personas a la vida eclesial ante situaciones de matrimonio irregular, según lo solicitado por el papa Francisco en su motu proprio ‘Mitis Iudex Dominus Iesus’.
“Lo que mueve a esta pastoral es un acto de misericordia”, dijo Galo Fernández Villaseca, Obispo de Talca, en la Eucaristía en que estos agentes pastorales recibieron un diploma y el decreto que los acredita para este servicio en sus parroquias.
Fernández agregó que este servicio está vinculado a historias de dolor y sufrimiento, “personas que han tenido quiebres matrimoniales y que le piden a la Iglesia poder evaluar con profundidad la validez de aquel vínculo. Esto siempre ha estado radicado en ambientes de tribunales, pero no es un simple papeleo. La iglesia no disuelve matrimonios, pero comprende las historias donde en la raíz hubo carencias fundamentales”.
Por su parte, el obispo emérito Juan Luis Ysern, actual Vicario Judicial de Talca, explica que “en este proceso se constituyen dos centros para los procesos de nulidad matrimonial: la parroquia y el tribunal. La incorporación de la parroquia es una novedad porque abre la posibilidad de acoger a cada persona que acude, con mucho sentido humano. Darle acompañamiento y apoyo para sus gestiones judiciales”.
Por ello, el curso de un año de duración incluye materias relacionadas con los procesos judiciales y el Derecho Canónico, además de ciencias que ayudan a los participantes a ampliar su empatía, su capacidad de comprensión y acogida de personas diversas y a practicar lo que tendrán que hacer más tarde.
El trabajo del misionero procesal, explica Ysern, tiene un primer período en la preparación de la demanda. “El acompañamiento, la escucha, el apoyo personal, son claves en este momento. El misionero es testigo de la misericordia, sobre todo para aquellos que se siente alejados de la iglesia, a veces hasta rechazados”, señala el Vicario Judicial.
Agrega que “el misionero pone todo lo suyo, con creatividad, para dar acogida y escuchar. El misionero es el eslabón entre la parroquia y el tribunal, por lo que tiene conocimiento de lo básico para preparar la demanda, en cuanto a normas procesales”.
Por ello, el obispo Galo Fernández asegura que “lo nuevo es que el tribunal quiere volverse más pastoral y hemos querido formar sacerdotes y laicos, hombres y mujeres, para que comprendan mejor los procesos y puedan contribuir de distintas formas a aceptar este tribunal. Sabemos que hay historias con mucho dolor y que anhelan poder restablecer su vínculo con Dios y con la Iglesia”, indicó.
Esta pastoral no empequeñece la belleza y radicalidad del matrimonio, argumentó Fernández: “Jesús ha dicho que lo que Dios ha unido no lo separe el hombre. Por eso esta pastoral está muy lejos de ser un esfuerzo humano por alterar la verdad profunda del matrimonio. Dios comprende que nuestra vida está llena de heridas y que son necesarios los momentos para restablecer la vida y dignidad de las personas”.
Para la formación de los Misioneros Procesales se creó el Centro Diocesano de Formación Mitis Iudex, que desarrolló este curso de poco más de 12 meses, online.
“Hubo que estudiar muy duro, trabajos extensos, hicimos esta formación con mi esposa, cuenta el diácono permanente Pedro Jofré, de la parroquia de Pelarco. Con el pasar de los meses nos fuimos entusiasmando y tomando el valor de este servicio, en especial cuando nos referimos a la misericordia y el escuchar a las personas. Toda separación es dolorosa, las parejas sufren cuando deciden separarse, por eso se hace muy necesario el acompañamiento”.