La teóloga Cristina Inogés formará parte de la Comisión Metodológica de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos con el tema ‘Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión’. Capitaneada por la hermana Nathalie Becquart, subsecretaria del Sínodo desde el 6 de febrero –que se convertirá en la primera mujer en votar en un Sínodo–, y formada por 9 miembros, se encargará de explorar y recopilar buenas prácticas para los procesos sinodales.
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Prevista inicialmente para octubre de 2022 y pospuesta a 2023, la Secretaría General ha propuesto una modalidad inédita que se articulará en tres fases, entre octubre de 2021 y octubre de 2023: fase diocesana, fase continental y fase de la Iglesia Universal. Para echar a andar, el 19 de julio nombraban una Comisión Teológica, una Comisión Metodológica y una Comisión Asesora.
En la Comisión Asesora –5 miembros–, copada por italianos, no hay presencia española. Sin embargo, en la Comisión Teológica –25 miembros– hay otros tres españoles: Eloy Bueno de la Fuente, profesor de la Facultad de Teología del Norte de España; Carmen Peña, profesora de la Universidad Pontificia Comillas; y el jesuita Santiago Madrigal, todos ellos, bajo la coordinación del agustino español Luis Marín de San Martín, subsecretario como Becquart.
PREGUNTA.- La Secretaría del Sínodo de los Obispos la elige como miembro de la Comisión Metodológica de la próxima Asamblea Sinodal. ¿Qué ha hecho para que se fijen en usted?
RESPUESTA.- Conscientemente nada. No sé cómo se han fijado en mí. Es verdad que llevo bastante tiempo reflexionando y publicando artículos sobre la sinodalidad, su importancia, la necesidad de tomarnos en serio un cambio en la Iglesia que nos de la posibilidad de ser Iglesia de otra manera… Lo intento hacer de manera muy divulgativa porque creo que es esencial que los entienda todo el mundo. Si se han fijado en eso ya no lo sé. Pero es lo único que he hecho. Nunca he trabajado proponiéndome una meta y, menos, de este calibre. Soy teóloga por vocación y vivo mi vocación donde toca, como toca, y con quien toca.
P.- Entre las tareas que tendrá por delante está explorar y recopilar buenas prácticas para los procesos sinodales. ¿Ya tiene alguna en mente?
R.- Sí, pero no las tengo yo sola. Las tiene la Comisión, todos los que la formamos. Lo que pasa es que, de este tema, por ahora, no podemos hablar. La discreción es primordial. También es verdad que las propias diócesis nos van a sorprender –estoy segura– con unas prácticas muy acertadas. En todo caso, la Comisión, sus miembros, estamos para ayudar. Al igual que la Secretaría del Sínodo.
“La sinodalidad tiene que ser absolutamente inclusiva”
P.- En las tres nuevas comisiones creadas hay 39 miembros y 10 de ellos son mujeres. Más allá de cuotas, ¿es suficiente para hacer realidad la sinodalidad?
R.- La sinodalidad no es cuestión de que haya más o menos mujeres, aunque reconozco que entre 39 miembros que solo 10 sean mujeres, suena a poco. En el Vaticano lo de las cuotas no se tiene en cuenta, sin embargo, hay que reconocer que poco a poco se va avanzando. No podemos olvidar que Nathalie Becquart va a votar por primera vez en un Sínodo.
Es verdad que la sinodalidad tiene que ser absolutamente inclusiva si queremos que sea sinodalidad y no otra cosa. Así que, además de mujeres, habrá que pensar también en otras personas a las que no se ha tenido muy en cuenta hasta ahora. Iremos viendo cómo interpretan la plena participación del Pueblo de Dios en las diócesis. Vamos a vivir un momento, largo momento porque tenemos por delante dos años, muy, muy interesante. Y, siendo conscientes que en octubre de 2023, cuando termine el Sínodo de los Obispos, la tarea de la sinodalidad no habrá hecho más que empezar. No sé si somos todavía conscientes de la oportunidad que nos brinda el Espíritu…
De una Iglesia de ordenados a una de bautizados
P.- Entre los participantes, solo tres obispos. No faltarán las voces que dirán que se está “laicalizando” una asamblea episcopal… ¿Tenemos respuesta para ellos?
R.- La respuesta la dará la misma sinodalidad. La sinodalidad es, además de caminar juntos, cambiar el acento de la Iglesia, de una Iglesia de los ordenados a una Iglesia de los bautizados. Aunque no será fácil y la sinodalidad llevará tiempo vivirla a fondo, me imagino que llegarán los Sínodos del Pueblo de Dios.
Al principio, cuando la Iglesia daba sus primeros pasos, era totalmente laical. Luego se clericalizó al sacralizar las figuras de los obispos y de los presbíteros, se clericalizó mucho más en la Edad Media y, todavía estamos pagando las consecuencias.
Las voces asustadas por una presencia importante del laicado, pueden estar tranquilas. Los bautizados van a ser el centro. Qué lugar ocupen unos u otros no es tan importante. Los lugares en la Iglesia son pasajeros, los puestos son temporales. Lo único que permanece es el pueblo de Dios.
“No aprovechamos la eclesiología de comunión del Concilio”
P.- ¿La sinodalidad es una moda que acabará con el pontificado de Francisco?
R.- No, no, para nada. Esto debe quedar muy claro. La sinodalidad no es una ocurrencia de Francisco. Lo único que ha hecho y está haciendo Francisco es hacernos ver lo importante. Y la sinodalidad, que es como era la Iglesia en el principio, es algo que nosotros habíamos olvidado porque, cuando tuvimos oportunidad de descubrir la eclesiología de comunión del Vaticano II, no la aprovechamos.
Espero que, cuando Francisco termine su pontificado, todos hayamos crecido lo suficiente en la fe y en la formación teológica a nivel universitario, esto último sobre todo los laicos, para ser capaces de saber por dónde debemos seguir. Por eso es vital la formación de los laicos. Tenemos que tener el suficiente criterio propio como para no estar expuestos a los vaivenes de los pontificados sean del papado o del episcopado. Esto es ser adultos en la fe.
“La periferia te da un campo visual muy limpio”
P.- Su libro ‘No quiero ser sacerdote’ (PPC) lleva un subtítulo no menos sugerente ‘Mujeres al borde de la Iglesia’. De tanto andar en el borde, ¿no tiene miedo de caerse?
R.- Al contrario, da mucha práctica en saber guardar el equilibrio. El borde de la Iglesia, que no deja de ser una forma de periferia, te acaba dando un campo visual muy amplio y limpio. Cuando ciertas situaciones y temporadas, más o menos largas, las vives desde la fe y sabiendo que el Espíritu te sostiene abrazándote con la esperanza, es un tiempo magnífico de oportunidad para madurar como persona, seguir creciendo en la fe, aprender a comprender las periferias ajenas y, saber, que todo tiene un para qué en la vida. En este momento, haber vivido en el borde de la Iglesia y, en cierto sentido seguir viviendo, me ha hecho comprender qué grande es la necesidad de cambiar nuestra forma de ser Iglesia.