El director general de la Fundación Pablo VI conversa con Vida Nueva sobre cultura, bioética y el papel de los cristianos en política
“Las tradicionales fórmulas de la actuación de los ‘cristianos en la política’ –entre otras, a través de estructuras propias como fueron los partidos de corte democristianos– están muy superadas y hoy existen otros cauces, incluso en ocasiones más eficaces”. Así lo apunta en conversación con Vida Nueva Jesús Avezuela, director general de la Fundación Pablo VI, que el pasado junio recibió el Premio Carisma de la CONFER por “el diálogo con la política, la cultura y la sociedad; la ciencia, la tecnología y la bioética; la justicia social, la promoción humana, el desarrollo y la ecología sobre la base del humanismo cristiano”.
PREGUNTA.- ¿Faltan cristianos en la política hoy?
RESPUESTA.- La escena política y social ha cambiado mucho en los últimos años, del mismo modo que ha cambiado la forma en la que el ciudadano se relaciona con la política. La democracia tiene una crisis de representatividad en sus diversos sentidos en la medida que los ciudadanos se han visto, como ahora se dice, “empoderados”, con poco más de un smartphone. Las redes sociales y las plataformas digitales han contribuido a esa desafección hacia la política, pero también han generado otras vías de participación.
En esta misma línea, las tradicionales fórmulas de la actuación de los “cristianos en la política” –entre otras, a través de estructuras propias como fueron los partidos de corte democristianos– están muy superadas y hoy existen otros cauces, incluso en ocasiones más eficaces si se saben orientar bien, donde el ideario cristiano puede influir y estar presente en la política y en la sociedad.
P.- La Iglesia ha sido cuna de la cultura. ¿Y hoy qué papel juega en este ámbito? ¿Es hoy la cultura una periferia?
R.- Empezando por la segunda pregunta, radicalmente no. Es verdad que parece que nos encontramos ante una sociedad entregada a lo fútil e insustancial. Pero no deberíamos atascarnos en un pensamiento nostálgico de un pasado en el que se vivió una supuesta época gloriosa de la cultura. Ese melancólico recuerdo nos impide avanzar y lo que ahora toca es promocionar en el ámbito educativo y social los espacios de pensamiento y reflexión que permitan seguir aportando y orientando a la sociedad actual. Favorecer el pensamiento crítico y la búsqueda de la verdad, y promover una comprensión crítica de los fenómenos que nos están sucediendo como humanidad es una tarea esencial. A partir de ahí, estoy seguro de que seguirán surgiendo inspiraciones culturales de gran valía.
P.- La Fundación Pablo VI está comprometida con la bioética. Con la entrada en vigor la ley de eutanasia y con una ley del aborto en el horizonte. ¿Qué papel debe jugar la Iglesia en este escenario?
R.- La Iglesia acoge muy diversas sensibilidades políticas, pero, a mi juicio, estas no deben marcar su agenda ni utilizarla para intereses particulares o partidistas. Ahora bien, la defensa de la vida, la promoción humana, el cuidado del que más sufre está en la base de la Doctrina Social de la Iglesia. No estoy por la condena, por el fanatismo, ni tampoco de acuerdo con el uso partidista de la religión, pero creo que la opción por la muerte, al menos en los términos en los que se plantea como un “derecho subjetivo”, el derecho a morir, es un fracaso como sociedad, que va contra los fundamentos de nuestra fe. Además, sería muy deseable que este tipo de iniciativas legislativas contaran con un consenso mayor y que su tramitación hubiera permitido una consulta pública y unas audiencias por parte de expertos que no se han llevado a cabo, pues se formalizó como proposición de ley evitando todos estos trámites.