La CLAR asume el compromiso de seguir construyendo una Iglesia intercongregacional, intercultural y sinodal
La Confederación Latinoamericana de Religiosos (CLAR) culminó su Congreso de Vida Religiosa con la promulgación de un decálogo en pos de los caminos de una Iglesia intercongregacional, intercultural y sinodal.
Gloria Liliana Franco, en la clausura del evento, ha expresado que con este ‘decálogo de opciones’ buscan dar continuidad a los aportes en el marco de este evento.
Por tanto será “necesario actualizarlo en lo cotidiano y a punta de opciones, lo que nos queda es renovar el deseo de ofrendar la vida, ser como pan partido, partirnos, repartirnos, desplazarnos hasta esas parcelas del Reino en las que urge que se comparta el pan”.
En la clausura también ha participado, el prelado español Luis Marín San Martin, subsecretario del Sínodo de los Obispos, quien invitó a los consagrados a seguir apostando por la sinodalidad “en la profunda y sólida vivencia de la unidad de fe, en la Iglesia y desde la Iglesia”.
Porque “los religiosos aportamos la variedad de carismas suscitados por el Espíritu, múltiples colores que llenan de belleza el cuerpo eclesial”.
Lugar de gracia. Estar es la condición para la epifa-nía, para la manifestación de Dios. Si esta-mos, las personas y los lugares se constituyen en sagrados, en escenarios teológicos. La gracia habita justo ahí en el lugar de la presencia. Salir, itinerar es la condición para la fecundidad, en el lugar de la costumbre y la parálisis, nos esterilizamos.
Abrigo ético que dignifica por el acompañamiento, desde la consciencia de ser convocados al encuentro: con la realidad, con el otro, con el plenamente Otro y esto supondrá receptividad, acogida, hospitalidad. Entender desde lo más profundo que este es un tiempo privilegiado para el encuentro. Las decisiones éticas responsables y respetuosas de la dignidad humana, brotan de la bondadosa cercanía.
Susurro que trae la conversión. La escucha se constituye en una actitud vital, porque ubica en el lugar del otro, ahí donde resuena la palabra, y se hacen nítidas las necesidades reales. Escuchar, libera de protagonismos, del accionar mediático, populista y mesiánico, de la suficiencia de quien cree tener las respuestas.
Antídoto para la sanación. La palabra posibilita la expresión de la vivencia. Hacer de la narración terapia que sane, que reconcilie, que devuelva el sentido. Permitir que se narre la historia, que el relato de cuenta de la posición y el sentimiento de la víctima. Y optar también por la Palabra con mayúscula, por la que hecha carne habitó entre los seres humanos y dejar que esa Palabra, esa Buena Noticia resuene con la capacidad que tiene de sanar, liberar, dignificar, levan-tar. Hacer lectura de fe, lectura Encarnada y liberadora.
Escena-rio del Espíritu. Atención al ritmo y a las mociones del Espíritu, por eso es necesario discernir, buscar en el querer de Dios, las bitácoras que actualicen el compromiso y lo hagan pertinente y significativo. Entre los pobres, en las fronteras, al descampado, por los territorios de migración y trata, donde niños y jóvenes ven vulnerados sus derechos y las mujeres las posibilidades de participación… ahí, el Espíritu clama y como con dolores de parto, urge por consagrados apasionados por la vida, dispuestos a darlo todo, generosos y consecuentes con el Sí.
Posibilidad de desplegar el potencial de la vida: Las acciones aisladas y no articuladas a redes y procesos, terminan siendo muchas veces estériles. Será necesario generar procesos que posibiliten la continuidad de las acciones. Interrelacionados e interdisciplinares, que partan de la realidad, abarquen la vida y den protagonismo a las personas con las que caminamos.
Tejido vital que articula: Generar vínculos de hospitalidad y ternura. En la construcción de ese tejido eclesial que necesita el mundo, nuestra misión como consagrados será la escucha activa, construir redesinterinstitucionales, intercongregacionales, generar pactos comunitarios y sociales realistas, contextualizados e inclusivos, en los que se respeten las diferencias, se asuman las distintas culturas, cosmovisiones y estilos de vida. Se trata de hacer la comunión, purificar las relaciones y situarnos desde la horizontalidad en la que todos caben y la voz de todos resuena para abrir caminos y posibilidades.
Dinamizador del compromiso solidario. La Vida Religiosa, no debe aplazar más la decisión de abandonar los “odres viejos”; la salida misionera es el camino. Ubicarnos ante la realidad con entrañas de misericordia, dejarnos desacomodar por la realidad, reorganizar estructuras, proyectos comunitarios y opciones en función de los ecos de la realidad… ese es el camino.
Fundamento que repuebla de razones para existir: Ir al fondo, la superficie no permite ahondar en lo profundo. Llamados a situarnos ante la realidad, al modo de Jesús y eso supone conocimiento interno de su Persona, configuración con Él, deseos de hacer nuestro su proyecto.
Lugar de la manifestación de Dios: La tierra, las culturas y los más pobres claman. El cuidado de la Casa común, no da tregua, esta es una opción en la que no caben excusas. A todos compete, empeñarnos en esta tarea, desde la conciencia de la interrelación y la sacralidad de todo lo creado. El rostro de la humanidad se configura cada vez más con matices universales,habitamos una casa común y coincidimos en la misma preocupación: el modo como se construye el futuro del planeta.
Foto: CLAR