El padre Robert Coogan, quien ha trabajado los últimos 16 años en reclusorios del estado de Coahuila, presentó la exposición ‘Liberando el arte’, con obras realizadas por los propios internos
Robert Coogan es un sacerdote estadounidense que ha estado 16 años al frente de la Pastoral Penitenciaria de la diócesis mexicana de Saltillo. Nació en Nueva York, y en su juventud fue diseñador del creador del ‘pop art’, Andy Warhol. Actualmente acompaña espiritualmente a reclusos y reclusas de los centros penitenciarios del estado de Coahuila.
Recientemente, Coogan presentó en el Café Fioré de la ciudad de Saltillo, la exposición ‘Liberando el arte’, con obras elaboradas por personas privadas de su libertad en diferentes centros de readaptación social del estado, y las cuales estarán a la venta en ese lugar hasta el próximo 4 de septiembre.
Como gran conocedor del arte, el sacerdote asegura que en las cárceles siempre hay personas muy talentosas, sobre todo trabajando la madera. Algunos realizan obras propias, y otros reproducciones de Jesucristo, la Virgen María, de santos o ángeles.
“Los reclusos saben que su obra se va a poner en el cuarto de un niño o niña, entonces para ellos es importante el pensar que están creando algo para ellos, para aumentar su fe a través de estas imágenes”, explica.
El padre Coogan asegura que la promoción del arte es muy importante dentro de las cárceles, por el simple hecho de que, cuando un interno hace un paisaje, para él significa “una fuga, un escape; se puede pasear en ese paisaje. Pero también, el hecho de que su obra sea comprada y esté presente en una familia, para ellos es estar afuera en la sociedad”.
Para el sacerdote, la elaboración de obras les ayuda a “aguantar lo terrible que es estar encarcelados… fortalece la convivencia entre ellos y se sienten satisfechos de estar creando algo”.
Además, los reclusos también trabajan otro tipo de manualidades: en el reclusorio varonil, por ejemplo, son comunes las mesas de madera; en el femenil, las muñecas; las adolescentes fabrican piñatas; y los jóvenes del tutelar, cinturones y plumas adornadas con hilo, así como carteras y bolsas.
Hay personas que antes de llegar a la cárcel vivían marginadas –dice el sacerdote– pues la gente les había dicho que estaba mal todo lo que hacían, que no tenían educación ni capacidades, y “con este tipo de actividades están descubriendo que eso no es cierto, que sí pueden hacer cosas buenas“.
Por ello –agrega– cuando inesperadamente alguien entra en la vida de una persona encarcelada, dándole fuerza y confianza, “la persona se da cuenta que no está sola y se siente amada en medio del sufrimiento impuesto por una sociedad hostil”.
Considera que al ser la sociedad la que está manteniendo a estas personas, también debe saber “cómo están tratando al interior a sus hermanos. No puede ser que la sociedad tenga estas personas detrás de los muros y que ignore sobre ellos; esa es la parte que no es aceptable”.
Por esta razón, el sacerdote pide no ignorar a los hermanos en situación de cárcel, y pide constantemente a los integrantes de esta pastoral dejarse ser evangelizados por los mismos presos.
“Sufriendo este despojo es como se vive la presencia real de Dios”, pues “cuando hay comunión, Jesucristo se hace presente entre nosotros; en toda evangelización que hacemos como Iglesia, si no existen enlaces de comunión entre nosotros, no funciona, esto parte del espíritu de comunión”.