“He encontrado un Líbano postrado. El bloqueo del sistema político, construido sobre un equilibrio entre los componentes cristianos, musulmanes sunitas y musulmanes chiitas, ya no puede hacer funcionar el país, y luego la crisis económica y la devaluación han llevado a una erosión tal de los salarios que la gente ya no vive de su trabajo”. De esta manera explica a Vatican News el franciscano Francesco Patton, Custodio de Tierra Santa, la situación que vive Líbano tras su reciente visita a este país y a Siria.
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“La gente pide ayuda con la comida, hace largas colas para conseguir algo de gasolina, ya no puede pagar las tasas escolares de sus hijos, por no hablar de la falta total de medicamentos y de atención sanitaria en general”, añade, alertando, además, del caos en el que ha sumido al país la falta de combustible. Y es que, sin generadores eléctricos en “varios hospitales” se “está marcando la sentencia de muerte de los que se ven obligados a someterse a diálisis o los que están conectados a respiradores”. De hecho, Líbano lleva semanas sumido en un apagón general, con los sistemas de salud y de agua colapsados, que se han visto empeorados en las últimas horas por los enfrentamientos entre chiitas y sunitas.
El papel de la Iglesia
“En esta situación, los cristianos intentan cada vez más salir del país, y la Iglesia se ve obligada a reconfortar, animar y estimular a todo el mundo, incluido el mundo político”, ha continuado el franciscano, “para que se encuentren acuerdos para el bien común, y se supere la lógica del conflicto y los intereses partidistas”.
Durante su visita, el Custodio recorrió el país desde Tiro hasta Trípoli, deteniéndose también en la capital, Beirut, que se vio gravemente afectada en agosto de 2020 por una gran explosión en el puerto. Por último, Patton animó a los frailes de la Custodia que se encuentran tanto en Líbano como en Siria “a tratar de encontrar soluciones locales y a animar a las personas, incluso con micro proyectos de ayuda para instalar, por ejemplo, paneles solares, para que las familias puedan tener un mínimo de autonomía en términos de energía”.