América

Haití, epicentro de la indiferencia y la exclusión





Eran las 8:30 de la mañana de un sábado cualquiera, cuando María Inés Alce, misionera del Inmaculado Corazón de Jesús, sintió en carne propia el terror. Un estruendo apocalíptico emergió desde las entrañas de la tierra, la pesadilla de 2010 se repetía. “Fue un momento de mucho miedo, lloré al ver, escuchar y sentir el sufrimiento de la gente, la desesperación”. Solo alcanzó a gritar en su lengua natal: “¡Virgem Santíssima!”. Así relata a Vida Nueva esta religiosa brasileña cómo vivió el seísmo de 7,2 grados que sacudió Haití el pasado 14 de agosto.



Ella trabaja en el sur del país, la región más devastada. “Todo giraba: los árboles, las casas, los animales… incluso un par de ovejas rompieron sus cordeles y se nos acercaron buscando protección”. Su comunidad lleva 34 años en la isla. Desde 1987 trabajan con campesinos de la zona y con Comunidades Eclesiales de Base (CEBs). Por eso, “durante los días siguientes, atemorizadas por las réplicas, acogimos a dos familias que quedaron sin casa, salimos al barrio a brindar ayuda, compramos lonas, fuimos distribuyéndolas entre los más necesitados”.

Ese mismo sábado, la vida religiosa de América Latina y el Caribe –que celebraba su congreso continental virtual, daba la triste primicia: “Acaba de temblar en Haití, hay muchos heridos, no sabemos cuántos a esta hora, nuestras oraciones”. Como un jarro de agua fría, la noticia sobrecogió a los 9.000 consagrados conectados. Daniela Cannavina, secretaria general de la Confederación Latinoamericana de Religiosos (CLAR), expresaba su solidaridad con el pueblo haitiano: “Nuestras hermanas de las Dominicas de la Presentación estaban ayer conectadas a nuestro congreso, hoy deben estar acompañando a muchos hermanos sufrientes en este país”.

Respuesta de la Iglesia

La repuesta al unísono de la Iglesia en el continente no se hizo esperar: el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), Cáritas Latinoamérica, la Red Clamor, la Confederación Interamericana de Educación Católica y la CLAR, además de una declaración solidaria, elaboraron un plan de articulación que llamaron ‘Juntos por Haití’, iniciativa solidaria con la que buscan captar donaciones “de manera organizada” a través de sus conferencias nacionales y/o federaciones, mientras que Cáritas Latinoamérica “ofrecerá los apoyos técnicos y operativos” a través de su oficina nacional en Haití, cuyo papel ha resultado clave en la respuesta a la emergencia. Por tanto, han asegurado que “deseamos desarrollar acciones pastorales conjuntas para responder a la coyuntura actual y encaminadas a la reconstrucción del tejido social, a la puesta en marcha de acciones humanitarias para el cuidado de la vida y a apoyar la misión evangelizadora de la Iglesia haitiana”.

Jean Hervé François, director general de Cáritas Haití, en conversación con esta revista, hace balance de la situación, agravada por el paso de la tormenta Grace. El sacerdote lamenta: “El panorama es grave, los muertos siguen aumentando. De momento, se han oficializado 2.237 fallecidos y 12.838 heridos”. En cuanto a los daños materiales, señala: “98.265 casas dañadas, 142 iglesias destruidas, 115 iglesias dañadas, 56 escuelas católicas destruidas, 38 escuelas católicas dañadas. Con un total de 650.000 personas afectadas y 66.146 familias en refugios improvisados”.

Para el sacerdote, la situación político-social del país desde hace varios meses –incluido el asesinato del presidente Jovenel Moïse y la hostilidad de grupos criminales– tiene en jaque a toda la población, a merced de los infortunios de la naturaleza: “Las familias habitan prácticamente en las calles de las ciudades y en los espacios vacíos de las zonas rurales, sin tener, en su mayoría, lo suficiente para protegerse del sol o de la lluvia”, lamenta. (…)

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