Han pasado 20 años desde el atentado terrorista que cambió el mundo, y han sido tres pontífices los que, desde entonces, se han pronunciado ante el dolor producido aquel día
“No puedo iniciar esta audiencia sin expresar profundo dolor por los ataques terroristas que en el día de ayer ensangrentaron a Estados Unidos, causando miles de víctimas y numerosísimos heridos. Al presidente de Estados Unidos y a todos los ciudadanos americanos les manifiesto mi más sentido pésame”. Estas eran las palabras con las que Juan Pablo II comenzaba, tal como recoge Vatican News, la audiencia general del miércoles 12 de septiembre de 2001. Han pasado 20 años desde el atentado terrorista que cambió el mundo, y han sido tres papas los que, desde entonces, se han pronunciado ante el dolor producido aquel 11 de septiembre de 2001.
“Ante acontecimientos de un horror tan incalificable no podemos menos de quedar profundamente turbados”, continuaba el papa Wojtyla. “Me uno a cuantos en estas horas han expresado su indignada condena, reafirmando con vigor que los caminos de la violencia nunca llevan a verdaderas soluciones de los problemas de la humanidad”.
“¿Cómo pueden verificarse episodios de una crueldad tan salvaje?”, se preguntaba. “El corazón del hombre es un abismo del que brotan a veces planes de inaudita atrocidad, capaces de destruir en unos instantes la vida serena y laboriosa de un pueblo”; aunque “la fe sale a nuestro encuentro en estos momentos en los que todo comentario parece inadecuado”, afirmaba, subrayando que “ayer fue un día tenebroso en la historia de la humanidad, una terrible afrenta contra la dignidad del hombre. Desde que recibí la noticia, seguí con intensa participación el desarrollo de la situación, elevando al Señor mi apremiante oración”.
Casi siete años después, el 20 de abril de 2008, el papa Benedicto XVI elevaba su oración desde la Zona Cero de Nueva York: “Dios de comprensión, abrumados por la magnitud de esta tragedia, buscamos tu luz y tu guía cuando nos enfrentamos con hechos tan terribles como éste. Haz que aquellos cuyas vidas fueron salvadas vivan de manera que las vidas perdidas aquí no lo hayan sido en vano. Confórtanos y consuélanos, fortalécenos en la esperanza, y danos la sabiduría y el coraje para trabajar incansablemente por un mundo en el que la verdadera paz y el amor reinen entre las naciones y en los corazones de todos”.
Ya construido el memorial por las víctimas, el 25 de septiembre de 2015, el papa Francisco acudía al mismo lugar, desde donde elevaba su oración “a Dios de amor, compasión y salvación” para pedirle que mirara a la gente de diferentes creencias y tradiciones, reunidos ese día en aquel lugar, “escenario de violencia y dolor increíbles”.
“Te pedimos que por tu bondad concedas la luz y la paz eternas a todos los que murieron aquí, a los que heroicamente acudieron los primeros, nuestros bomberos, policías, servicios de emergencia y las autoridades del puerto, y a todos los hombres y mujeres inocentes que fueron víctimas de esta tragedia simplemente porque vinieron aquí para cumplir con su deber el 11 de septiembre de 2001”, decía Francisco.
Recordando también a las víctimas del Pentágono y Pennsylvania, añadía: “Dios de la paz, concede tu paz a nuestro violento mundo: paz en los corazones de todos los hombres y mujeres y paz entre las naciones de la tierra. Lleva por tu senda del amor a aquellos cuyas mentes y corazones están nublados por el odio”.