Por fin un thriller donde la Iglesia, la religión cristiana, no sale mal parada. “Sí, es verdad. Para mí era importante. A veces, hay tópicos, como meterse con la Iglesia, sin más. A veces, es un ejercicio que se hace desde un cierto sector intelectual, que es como muy fácil”, afirma Manuel Ríos San Martín (Madrid, 1965), autor de ‘Donde haya tinieblas’ (Planeta).
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“Por otro lado, creo que la Iglesia es muy amplia y hay muchos sectores. Aquí, en esta novela también, se critica a determinados sectores de la Iglesia, a lo mejor más inmovilistas, pero esa no es toda la Iglesia –añade–. Yo he conocido otro tipo de sacerdotes, intelectualmente muy valiosos y muy buenos educadores. Lo que quería era transmitir esa experiencia”.
Esa experiencia –forjada en su paso por el Colegio del Pilar, en Madrid, y los vínculos que mantiene con la familia marianista– es personal, íntima, pero se proyecta también en una novela que a Ríos San Martín se le ocurrió en la catedral de Ávila, frente a un panel que describía el pecado como origen del mal.
“Es una trama original. Hay alguien a quien le parece que Dios es excesivamente misericordioso y, de alguna manera, el asesino quiere poner freno a eso –explica–. A mucha gente le parece que, no solo que Dios, sino Jesús fue excesivamente misericordioso. Hay una frase que incluyo en el libro que me impacta: hay gente para la que perdonar es dejar el mal sin castigo. Entonces, no pueden concebir que el mal no tenga castigo, en vez de pensar que también puede tener perdón”.
A favor del perdón
Esa dicotomía entre perdón o castigo, misericordia o venganza, sirve de eje a la literatura del productor y guionista de series como Colegio Mayor, Médico de familia, Menudo es mi padre o, ya más reciente, Rescatando a Sara. En su tercera novela, tras ‘Círculos’ (Suma de Letras) y ‘La huella del mal’ (Planeta), Ríos San Martín se decanta indudablemente por el perdón.
“No todos nos sentimos culpables en muchas ocasiones. También es verdad que determinados sectores de la Iglesia han jugado con esa culpabilidad y la han aumentado, han hecho que el pecador se sintiese más culpable –reflexiona–. Pero hay que decir que no ha sucedido solo en la Iglesia, sino también en la sociedad civil. El sentimiento de venganza o de castigo está en el ser humano”.
El novelista, el cristiano, toma partido –“yo me posiciono claramente a favor del perdón y el amor”, apunta–, porque mira alrededor. “La novela está escrita durante el confinamiento y, entonces, veía en las redes sociales a los políticos y a mucha gente normal discutiendo y peleándose, sacando cualquier defecto del otro –reconoce– y me decía: ‘Por favor, que lo que necesitamos es una sociedad que tenga más capacidad de perdón, de buscar lo que nos une’. Tenemos que hacer una sociedad un poco más tranquila, más relajada y más tierna, sin ser ligeros ni ingenuos”.