Afganistán, en un segundo plano de los telediarios. Ha pasado poco más de una semana desde la salida del último soldado norteamericano de Kabul. Los que quedan y los que se han ido apenas ocupan una columna en la página interior de un periódico. Los focos también han desaparecido de la nuca de los refugiados repartidos por medio mundo. Para doce de ellos, el primer día del resto de sus vidas llega de la mano de Ia Iglesia en Ciempozuelos. La Orden Hospitalaria de San Juan de Dios ha abierto sus puertas a 26 personas de familias afganas que han sido acogidas durante la última semana de agosto.
Cuando el hermano Casimiro, superior del centro, se enteró de que iban a recibir en casa a un grupo de refugiados afganos, se le ensanchó todavía más el corazón. Ni un pero. “Principalmente, me despertó un sentimiento de responsabilidad y de ganas de “acoger bien”, reconoce, haciendo hincapié en la máxima que acuñaron al sumarse hace cuatro años a este programa por el que ya han pasado más de 200 personas: “Acoger, y acoger bien”. O traducido al lenguaje bergogliano: “Hacemos nuestro el mensaje del papa Francisco de acoger, proteger, promover e integrar”.
“De la noche a la mañana, han tenido que dejar sus trabajos, sus familias… su vida; y llegan a España con lo puesto, exhaustos por la situación de caos y estrés vivida durante sus últimos días en Kabul y tremendamente afectados psicológica y emocionalmente.
Llegan muy desconcertados”, detalla Juan Carlos Gil, que –como coordinador del proyecto– está al frente de un equipo multidisciplinar de 12 profesionales, al que esta nueva coyuntura les ha vuelto a poner a prueba: “La situación que se está viviendo en Afganistán es muy dramática y particularmente convulsa. Las familias que han llegado a España están en absoluto estado de shock”. Y todo, en pleno verano, con un país cerrado, o casi, por vacaciones.
“Más allá de lo complejo que haya podido ser poner en marcha todo el dispositivo temporal de tránsito en la base área de Torrejón, en la que se atendió a más de 2.000 personas, es importante destacar –enfatiza Juan Carlos– que todas las personas afganas acogidas se incorporan al programa que, en el caso de Ciempozuelos, está en marcha desde inicios de 2018, por lo que los protocolos fases y recursos que se ponen a disposición de las personas están preparados y diseñados para atender sus necesidades básicas, como lo están de la misma manera cuando llegan personas de otros países derivadas al programa”.
“Los desafíos, generalmente, son siempre los mismos, y comienzan por realizar una adecuada acogida a todas las personas que llegan, sean de la nacionalidad que sean, atendiendo sus principales necesidades básicas”, tercia Casimiro, para quien resulta toda una misión cargada de Evangelio el hecho de “acompañarles en su complejo proceso de integración en nuestra sociedad, con el horizonte de que puedan ser autónomos e independientes”.
Lo primero y más urgente son el alojamiento y la manutención, que se simultanean con atención psicológica, atención jurídica, orientación y apoyo social, aprendizaje de español, escolarización de menores, etc. “Queda por delante una ardua tarea de intervención psicosocial con todas las personas acogidas”, advierte el coordinador del proyecto.
Y ahí es donde entra en juego la psicóloga Silvia Lobos: “En un primer contacto, es muy difícil evaluar el estado psicológico de las personas que llegan a nuestro recurso. Podemos suponer que, tras la situación vivida –no solo estas últimas semanas en su país de origen, sino tras veinte años de conflicto bélico–, el estado psicológico actual de estas personas se encuentra dañado”.
Desde su experiencia en este campo, recuerda que “una situación se considera potencialmente traumática cuando la persona que la vive percibe que la propia integridad de su vida está en riesgo. Se entiende por duelo no solo la pérdida de una persona, sino la pérdida de una situación, de un objeto físico o simbólico de gran importancia para el doliente”.
Por eso, no duda en afirmar que, “en el caso de las familias acogidas en el programa, se suman ambas situaciones: la situación de riesgo generalizada por la guerra, más la situación de extrema violencia e incertidumbre vivida estos días en Kabul y alrededores, añadiendo las distintas situaciones de duelo por las pérdidas personales, materiales, del hogar, de estatus socioeconómico…”.
A pesar de este punto de partida, la psicóloga plantea que “la vivencia de este tipo de situaciones no debe presuponer el desarrollo de problemas de salud mental a medio o largo plazo”. Dependerá de diversos factores, entre ellos, las propias habilidades personales, el apoyo familiar, personal y profesional… Para superar esa realidad de destierro, esta psicóloga de San Juan de Dios ve como herramientas indispensables “la humanidad más absoluta, desde la empatía, la escucha activa, el no juicio, la igualdad y, por supuesto, años de formación y experiencia continua”.