El corresponsal vaticano de Vida Nueva relata en primera persona la primera jornada de la nueva gira europea de Francisco
El Papa está muy satisfecho de su media jornada en Budapest prólogo de su visita de cuatro días a la vecina Eslovaquia donde permanecerá hasta el miércoles 15. El primer desafío de este viaje era si Jorge Mario Bergoglio, cercano a cumplir 85 años de vida, iba a poder soportar una primera jornada tan agotadora . Y lo ha conseguido sin la menor duda.
Téngase en cuenta que desde el madrugón de esta mañana ( el avión partió a las 6 de la mañana del aeropuerto romano de Fiumicino y su última encuentro finalizó a las siete de la tarde) estamos hablando de 13 horas de una actividad sin pausa alguna.
Apenas llegado a la capital húngara estaba previsto el anunciado encuentro con las autoridades de la república magiar. Aclaremos que en ningún caso se trataba de un cara a cara con Viktor Orbán sino de un encuentro colectivo con el presidente de la República Janos Ader, con el primer ministro y su vice primer ministro. Por parte vaticana, asistían el secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin y su número dos para las relaciones con los Estados Paul. R. Gallagher.
La entrevista, cuya duración había sido prevista para una media hora, duró diez minutos más y tuvo lugar en la imponente sala románica del Museo de Bellas Artes recientemente restaurada. Técnicamente podemos definirla como una visita de cortesía en la que necesariamente no tenían por qué ser abordados temas de índole política salvo los relativos a la significación del papel de la Iglesia en la historia de la nación húngara y su aportación a la vida de una población de indudable raigambre cristiana. Así lo significaba el comunicado de la Santa Sede. Por su parte, Orbán, en su cuenta de Facebook indicaba que le había pedido al Papa que “no dejara morir a la Hungría cristiana”.
Las imágenes del Centro Televisivo Vaticano, por su parte, reflejaban una atmósfera distendida, más evidente en el intercambio de regalos. “Esto es una biblioteca”, dijo el Papa sonriente cuando entregaba al jefe del estado la colección de sus encíclicas y exhortaciones apostólicas. También se vio que en algún momento Parolin hablaba con Orbán que es, técnicamente hablando, su natural interlocutor. Cualquier otra especulación me parece fuera de lugar.
En sus palabras, después del Ángelus, sin embargo, Francisco dijo que “la Cruz, plantada en el terreno, además de invitarnos a radicarnos en el bien extiende sus brazos hacia todos; exhorta a mantener sólidas las raíces sin enrocarse; tocar las fuentes abriéndolas a los sedientos de nuestros tiempo”. Comentario elocuentemente contrario a la negativa de Orbán a abrir las fronteras de su país a los refugiados que llegan a Europa huyendo de guerras y otras calamidades humanitarias.
Siguió a continuación un encuentro con los obispos del país presididos por el cardenal Peter Erdo, arzobispo de la histórica archidiócesis de Esztergon, que fue en su día la del cardenal Mindzenty. En su discurso les pidió que “muestren siempre un rostro acogedor hacia los que vienen de fuera” y que ayuden a “una democracia que necesita consolidarse”. En una audiencia sucesiva en otra sala del Museo de Bellas Artes se reunió con los representantes del Consejo Ecuménico de las Iglesias y algunas comunidades judías húngaras.
El objetivo fundamental de su visita a Budapest era clausurar el 52 Congreso Internacional Eucarístico que por segunda vez se celebraba en la capital húngara (la primera tuvo lugar en el 1938 en vísperas de la II Guerra Mundial y el legado pontificio fue el Cardenal Pacelli futuro Pio XII). Contrariamente a algunas pesimistas previsiones, ha contado con una participación masiva que, según fuentes oficiales y eclesiásticas, puede cifrarse en 100.000 personas.
El Santo Padre fue acogido con una explosión de entusiasmo y alegría mientras recorría la Plaza de los Héroes (Patrimonio Mundial de la Humanidad, según la UNESCO). Concelebraron con Francisco más de cien cardenales y obispos y muy numerosos sacerdotes provenientes de naciones de los cinco continentes.
En su homilía, el Obispo de Roma insistió en que “el camino de Dios rehúye cualquier imposición, ostentación y triunfalismo, está siempre dirigido al bien del otro hasta el sacrificio de sí mismo”. Después de evocar a santos históricos de este país como San Esteban o Santa Isabel “no nos contentemos- les dijo- con poco, no nos resignemos a una fe que vive de ritos y repeticiones, abrámonos a la novedad escandalosa de Dios crucificado y resucitado”.
Así concluyó su estancia en Budapest. A primeras horas de la tarde ya estaba en Bratislava (donde aún mantuvo dos encuentros antes de reposar en la Nunciatura. Mañana estará presente en la ceremonia oficial de bienvenida a Eslovaquia en el Palacio Presidencial y pronunciará el, tal vez, más importante de sus discursos en esta pequeña nación centroeuropea cuya población se declara mayoritariamente cristiana.