El papa Francisco se ha encontrado en su primera cita en Eslovaquia con los miembros del Consejo Ecuménico de las Iglesias de la República. En el encuentro en la Nunciatura Apostólica de Bratislava el Pontífice ha hecho varias preguntas. No buscando una respuesta, exactamente, sino cuestiones al aire para interpelar a todos los líderes cristianos presentes. “¿Es la verdad del Evangelio lo que nos hace libres o nos sentimos libres cuando conseguimos zonas de confort que nos permitan organizarnos y seguir adelante tranquilos?”, se ha preguntado.
Pero sus preguntas no han quedado ahí. “Aquí, desde el corazón de Europa, nos preguntamos: nosotros cristianos, ¿hemos perdido un poco el ardor del anuncio y la profecía del testimonio?”, se ha cuestionado a renglón seguido.
El Papa comenzó su discurso expresando su alegría por que el primer encuentro en tierras eslovacas fuera con los líderes cristianos, pues es “un signo de que la fe cristiana es –y quiere ser– semilla de unidad y levadura de fraternidad en este país. Gracias por querer seguir caminando juntos para pasar del conflicto a la comunión”.
Según explicó Francisco, “el camino de sus comunidades ha vuelto a comenzar después de los años de la persecución ateísta, cuando no había libertad religiosa, o esta era duramente probada. Después, finalmente, llegó. Y ahora los une un tramo de camino en el que experimentan lo hermoso, aunque al mismo tiempo difícil, que es vivir la fe como personas libres. Existe en efecto la tentación de volver a ser esclavos, no ciertamente de un régimen, sino de una esclavitud todavía peor, la interior”.
En este sentido, pidió ayuda mutua para “no caer en la trampa de contentarnos con pan y poco más. Porque este riesgo sobreviene cuando la situación se normaliza, cuando nos estabilizamos y nos acostumbramos, aspirando a mantener una vida tranquila”.
Asimismo, de nuevo, una pregunta: “Incluso contentándonos con pan y seguridades, ¿no habremos perdido tal vez el impulso en la búsqueda de la unidad implorada por Jesús, unidad que ciertamente exige esa libertad madura de decisiones fuertes, de renuncias y sacrificios, pero que es la premisa para que el mundo crea? (cf. Jn 17,21)”. “No nos interesemos solamente de lo que puede beneficiar a nuestras comunidades particulares. La libertad del hermano es también nuestra libertad, porque nuestra libertad no es plena sin él y sin ella”, ha subrayado.
Sirviéndose de Cirilo y Metodio, los santos hermanos de Tesalónica, el Pontífice ha recordado que la evangelización en el país ha surgido de manera fraterna. “Que ellos, testigos de una cristiandad todavía unida e inflamada del ardor del anuncio, nos ayuden a proseguir en el camino cultivando la comunión fraterna entre nosotros en el nombre de Jesús”, ha señalado.
Por otra parte, de nuevo una pregunta: “¿Cómo podemos desear una Europa que vuelva a encontrar las propias raíces cristianas si somos nosotros los primeros desarraigados de la plena comunión? ¿Cómo podemos soñar una Europa libre de ideologías, si no somos libres para anteponer la valentía de Jesús a las necesidades de los distintos grupos de creyentes?”.
Y ha contestado: “Es difícil exigir una Europa más fecundada por el Evangelio sin advertir el hecho de que en el continente aún no estamos unidos plenamente entre nosotros, y sin preocuparnos unos de otros. Cálculos de conveniencia, razones históricas y vínculos políticos no pueden ser obstáculos inamovibles en nuestro camino. Que nos ayuden los santos Cirilo y Metodio a prodigarnos por una reconciliación de las diversidades en el Espíritu Santo; por una unidad que, sin ser uniformidad, sea signo y testimonio de la libertad de Cristo”.
El Papa finalizó su discurso compartiendo dos sugerencias –”consejos fraternos”– para difundir “el Evangelio de la libertad y de la unidad hoy”.
En primer lugar, la contemplación: “Un carácter distintivo de los pueblos eslavos, que ustedes tienen que conservar juntos, es el rasgo contemplativo, que va más allá de las conceptualizaciones filosóficas e incluso teológicas, a partir de una fe experiencial, que sabe acoger el misterio. Ayúdense a cultivar esta tradición espiritual, que Europa tanto necesita; en particular tiene sed de ella el Occidente eclesial, para volver a encontrar la belleza de la adoración de Dios y la importancia de no concebir la comunidad de fe principalmente sobre la base de una eficiencia programática”.
En segundo lugar, la acción: “La unidad no se obtiene tanto con los buenos propósitos y con la adhesión a algún valor común, sino haciendo algo juntos por los que nos acercan más al Señor. ¿Quiénes?Los pobres. Compartir la caridad abre horizontes más amplios y ayuda a caminar más ligeros, superando prejuicios y malentendidos. Y también eso es una característica que encuentra una acogida genuina en este país”.
Así, Jorge Mario Bergoglio ha deseado que “el don de Dios esté presente en las mesas de cada uno para que, mientras no compartamos la misma mesa eucarística, podamos al menos acoger juntos a Jesús sirviéndolo en los pobres. Será un signo más evocador que muchas palabras, que ayudará a la sociedad civil a comprender, especialmente en este período de sufrimiento, que solo estando de parte de los más débiles todos saldremos en verdad de la pandemia”.