“Estamos unidos en la condena de toda violencia, de toda forma de antisemitismo, y en el esfuerzo para que la imagen de Dios en la persona humana no sea profanada”. De esta manera se ha expresado el papa Francisco en su encuentro con la comunidad judía de Eslovaquia, que ha tenido lugar en la plaza Rybné námestie, donde se derribó la sinagoga durante la Segunda Guerra Mundial.
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Tras varios testimonios, entre ellos el de un superviviente del Holocausto, el Pontífice ha pronunciado su discurso. “La plaza donde nos encontramos es muy significativa para su comunidad. Aquí había una sinagoga, justo al lado de la Catedral de la Coronación. La arquitectura expresaba la convivencia pacífica de las dos comunidades, símbolo inusual y de gran alcance evocativo, admirable signo de unidad en el nombre del Dios de nuestros padres”, ha señalado.
“Pero, posteriormente –ha continuado–, el nombre de Dios fue deshonrado. En la locura del odio, durante la Segunda Guerra Mundial, más de cien mil judíos eslovacos fueron asesinados. Y después, cuando se quisieron borrar las huellas de la comunidad, aquí la sinagoga fue demolida”. Y ha añadido: “La peor blasfemia que se le puede causar a Dios es la de usarlo para los propios fines, más que para respetar y amar a los demás”.
“Sus dolores son nuestros dolores”
Elevando la vista sobre la plaza, Jorge Mario Bergoglio se ha expresado así: “Aquí, ante la historia del pueblo judío, marcada por este agravio trágico e indescriptible, nos avergonzamos de admitirlo: ¡cuántas veces el nombre inefable del Altísimo ha sido usado para realizar acciones que por su falta de humanidad resultan inenarrables! Cuántos opresores han declarado: ‘Dios está con nosotros’, pero eran ellos los que no estaban con Dios”.
Como Francisco ha explicado a la comunidad judía, “la historia de ustedes es nuestra historia, sus dolores son nuestros dolores”. Asimismo, ha insistido en que “la memoria no puede y no debe dejar lugar al olvido, porque no habrá un amanecer en que perdure la fraternidad si antes no se han compartido y disipado las oscuridades de la noche”.
Para el Papa, “tampoco hoy faltan ídolos vanos y falsos que deshonran el nombre del Altísimo. Son los ídolos del poder y del dinero que se imponen sobre la dignidad del hombre, de la indiferencia que vuelve la mirada hacia otra parte, de las manipulaciones que instrumentalizan la religión, haciendo de ella una cuestión de supremacía o reduciéndola a la irrelevancia. Y también lo es el olvido del pasado, la ignorancia que justifica todo, la rabia y el odio”.
Un mensaje de esperanza
Pese a todo, también ha hablado de esperanza. “Ustedes vienen aquí cada año a encender la primera luz en el candelabro de la Chanukiah. Así, en la oscuridad, surge el mensaje de que la destrucción y la muerte no son las que tienen la última palabra, sino la renovación y la vida. Y si la sinagoga fue demolida en este sitio, la comunidad todavía está presente. Está viva y abierta al diálogo”, ha indicado, para luego recalcar: “Aquí juntos afirmamos ante Dios la voluntad de seguir en un camino de acercamiento y amistad”.
Por otro lado, Bergoglio ha agradecido los pasos dados para dialogar entre la Iglesia católica y la comunidad judía, con la aprobación incluso de documentos. “Es bueno compartir y comunicar lo que nos une. Y es bueno seguir, en la verdad y con sinceridad, en el camino fraterno de purificación de la memoria para sanar las heridas pasadas, así como en el recuerdo del bien recibido y ofrecido”, ha explicado.
El Papa ha concluido reafirmando que judíos y católicos son “una familia de hermanos que se respetan, se aman y colaboran”. “Que el Omnipotente los bendiga para que, en medio de tanta discordia que contamina nuestro mundo, puedan ser siempre, juntos, testigos de paz. ‘Shalom!'”, ha subrayado.