El encuentro con la comunidad judía no falta nunca en la agenda de los viajes papales. No podía estar ausente en el que Francisco está realizado a Eslovaquia. Según datos fidedignos más de cien mil eslovacos de origen judíos fueron víctimas de la shoah y de los quince mil que vivían en Bratislava apenas sobrevivieron tres mil. Y no sólo los seres humanos fueron sacrificados en el holocausto. Su rico patrimonio arquitectónico y cultural fue destruido por la barbarie nazi y comunista.
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Además, la relación entre judíos y católicos ha sido especialmente difícil en Eslovaquia. ¿El motivo? El sacerdote católico Josef Tiso que fue presidente de la república entre 1939 y 1945, se entregó en manos de la Alemania nazi como una marioneta lo que propició que sus compatriotas judíos acabaran en los campos de concentración. Sólo a partir de 1989 la comunidad judía pudo renacer y hoy lleva a cabo numerosas actividades religiosas, culturales, educativas y sociales.
Historia de dolores
Francisco acudió a media tarde a la plaza Ribné Namestie, que se encuentra en el corazón de la vieja ciudad, no lejos de la catedral de San Martín y donde surgía la gran sinagoga Neolog demolida en el 1969. “La plaza donde nos encontramos – dijo ante sus interlocutores- es muy significativa para vuestra comunidad. Mantiene vivo el recuerdo de un rico pasado…queridos hermanos y hermanas la historia de ustedes es nuestra historia, sus dolores son los nuestros”.
Antes de tomar la palabra, el Santo Padre había escuchado el testimonio de un superviviente de la shoah nacido en el 1942 y cuyos padres murieron en momentos diversos de la persecución. Él se salvó de la muerte gracias a una valiente enfermera que le libró de los sicarios que hubieran podido asesinarle. Ha consagrado su vida a estudiar la historia de la shoah en la Eslovaquia meridional “para que el pasado no se repita nunca jamás”. También habló la ursulina sor Samuela, cuya congregación salvó muchas vidas de niños y niñas judías ocultándolos en sus monasterios.
Dios deshonrado
“Aquí -sentenció el Pontífice- el nombre de Dios fue deshonrado porque la peor blasfemia que se le puede causar es la de usarlo para los propios fines más que para respetar y a amar a los demás… Cuántos opresores han declarado ‘Dios está con nosotros’, pero eran ellos los que no estaban con Dios”.
La breve ceremonia concluyó ante el impresionante monumento de bronce que recuerda la antigua sinagoga destruida con un conmovedor canto que erizó los cabellos de todos los presentes y que Francisco escuchó con profundo recogimiento.