En muchos viajes acompañando a los Papas he escuchado numerosos discursos de presidentes de los diversos países visitados. Pues bien, el que esta mañana ha pronunciado la presidenta eslovaca Zuzana Caputovà ha sido, sin duda, uno de los mejores. La elegante y atractiva abogada de 48 años y madre de dos hijas, elegida en el 2019 para estar al frente de su nación, ha sabido encontrar los términos justos para trazar el significado de la visita de Francisco a este país “situado en el corazón de Europa”.
“Le damos la bienvenida -dijo en su discurso pronunciado en el jardín del Palacio Presidencial ante el gobierno y el Cuerpo Diplomático- no sólo como el representante de una de las más grandes familias espirituales del planeta y de sus valores sino además como el portador de la muy necesaria inspiración para el futuro de la humanidad… Usted presenta el mensaje del Evangelio en nuestro tiempo no sólo como una ‘herencia de nuestros padres’, sino como el camino para trasformar nuestro presente y como un puente hacia el futuro” .
“En sus encíclicas sociales -añadió en otro pasaje-, usted llama la atención sobre uno de los mayores peligros de nuestro tiempo: el populismo nacionalista, el egoísmo, el fundamentalismo y el fanatismo. Usted se opone visiblemente a los que explotan la religión con fines políticos. Usted pone el énfasis en que el corazón del Evangelio es preocuparse por los que sufren necesidad, por los que no tienen casa, por los que han sido obligados a abandonar sus países por la guerra, el terrorismo y la pobreza. Usted ha repetido en numerosas ocasiones que cualquier forma de antisemitismo , así como la intolerancia religiosa, son incompatibles con el cristianismo”.
Además, señaló que Francisco rechaza “la idea de que el resultado del comportamiento humano, del debate social o político, sea la derrota de la opinión de los opositores. Sin embargo, si el ‘cambio de época’ es la puerta para un futuro mejor necesitamos cambiar de actitud .El resultado de todo comportamiento, debate social o contestación política debe ser no la victoria o la derrota sino la comprensión y el encontrar la compasión”.
Francisco -que por cierto esta mañana no presentaba ningún indicio de cansancio después de la agotadora jornada de ayer- ha seguido estas palabras con evidente satisfacción y ha respondido con otro discurso muy en sintonía con el que acababa de escuchar deseando que Eslovaquia “reafirme su mensaje de integración y de paz y Europa se distinga por una solidaridad que, atravesando las fronteras pueda volver a llevarla al centro de la historia”.
En la segunda parte de su alocución glosó el significado “de las expresiones típicas de la acogida eslava, que ofrece a los visitantes el pan y la sal”. Estos dos productos se los habían ofrecido dos niños vestidos con los vistosos trajes tradicionales a la entrada del palacio presidencial.
“El pan – dijo – que partiéndose evoca la fragilidad invita en particular a hacerse cargo de los más débiles. Que nadie sea estigmatizado o discriminado. La mirada cristiana no ve en los más frágiles una carga o un problema, sino hermanos y hermanas a quienes acompañar o cuidar… Es necesario esforzarse para construir un futuro en el que las leyes se apliquen a todos por igual, sobre la base de la justicia que no esté nunca en venta. Y para que la justicia no permanezca como una idea abstracta, sino que sea concreta como el pan, es necesario emprender una seria lucha contra la corrupción y que ante todo se fomente e imponga la legalidad”.
Aludiendo al significado de la sal, afirmó que “es hermoso que a los jóvenes en particular se les motive en este sentido para que se sientan protagonistas del futuro del país y lo tomen en serio…no hay renovación sin los jóvenes, que a menudo son engañados por un espíritu consumista que marchita la existencia…en este tierra , hasta hace algunos decenios, un pensamiento único coartaba la libertad, hoy otro pensamiento único la vacía de sentido reconduciendo el progreso al beneficio y los derechos sólo a las necesidades individualistas”.
Resulta obvio subrayar el absoluto cambio de clima entre lo que sucedía ayer en Budapest durante el frío y protocolario encuentro del Papa con Viktor Orbán y el de esta mañana con la presidenta eslovaca.
A media mañana, el Papa se dirigió a la catedral de San Martín (donde Beethoven dirigió por primera vez en el 1835 la Missa Solemnis) Allí le esperaban obispos, sacerdotes, religiosos/as, seminaristas y catequistas. Un templo abarrotado de fieles., muy por encima del número anunciado previamente.”En la vida espiritual y eclesial- les amonestó- existe la tentación de buscar una falsa paz que nos deja tranquilos, en vez del fuego del Evangelio que nos inquieta y nos transforma”.