Francisco llega feliz. Y no es para menos. Una legión de fieles aguardan en la plaza de Luník IX, uno de los 22 distritos de la ciudad de Košice, donde vive la comunidad gitana más grande de Eslovaquia. Un espacio olvidado por todos… menos por los salesianos, a los que el Papa les ha agradecido enérgicamente su apuesta por la integración.
El director del Centro Salesiano, Peter Bešenyei, que se encuentra en el corazón de Luník IX, ha mostrado su alegría por la presencia del Pontífice, pues puede ayudar a que no solo la Iglesia, sino “también el Gobierno” preste atención a esta realidad. Tras el hijo de don Bosco, una familia gitana ha relatado a Jorge Mario Bergoglio su historia de superación gracias a los salesianos.
Francisco ha comenzado su discurso recordando las palabras de san Pablo VI durante su visita al mismo lugar hace 50 años. Y, en ese sentido, ha recordado que “nadie en la Iglesia debe sentirse fuera de lugar o dejado de lado. No es solo una forma de hablar, es el modo de ser de la Iglesia. “El Señor nos ve juntos”, ha agregado.
Al mismo respecto, ha continuado: “La Iglesia es una familia de hermanos y hermanas con el mismo Padre, que nos ha dado a Jesús como hermano, para que comprendamos cuánto ama la fraternidad. Y anhela que toda la humanidad llegue a ser una familia universal”.
Francisco ha subrayado que esta comunidad alberga “gran amor y respeto” por la familia y miran a la Iglesia a partir de esta experiencia. “Sí, la Iglesia es casa, es su casa. Por eso ustedes son bienvenidos, siéntanse siempre en casa en la Iglesia y nunca tengan miedo de estar aquí. ¡Que ninguno los deje, a ustedes o a cualquier otra persona, fuera de la Iglesia!”, ha recalcado.
El Papa les ha regalado una catequesis en torno a las palabras de Jesús en el Evangelio: “No juzguen” (Mt 7,1). “Cuántas veces, en cambio, no solo hablamos sin tener elementos o de oídas, sino que nos consideramos en lo correcto cuando somos jueces implacables de los demás. Indulgentes con nosotros mismos, inflexibles con los otros”, ha advertido.
Y ha añadido: “¡Cuántas veces los juicios son en realidad prejuicios, cuántas veces adjetivamos! La belleza de los hijos de Dios, que son nuestros hermanos, se desfigura con palabras. No se puede reducir la realidad del otro a los propios modelos prefabricados, no se puede encasillar a las personas. Ante todo, para conocerlas verdaderamente, es necesario reconocerlas”.
Según sus palabras, la comunidad gitana de Luník IX “demasiadas veces ha sido objeto de preconceptos y de juicios despiadados, de estereotipos discriminatorios, de palabras y gestos difamatorios. De esta manera todos nos hemos vuelto más pobres, pobres de humanidad. Lo que necesitamos es recuperar dignidad y pasar de los prejuicios al diálogo, de las cerrazones a la integración”. “No es fácil ir más allá de los prejuicios, incluso entre los cristianos”, ha señalado.
En relación al trabajo de la comunidad salesiana en la zona, Bergoglio ha recordado que “donde se cuida a la persona, donde hay trabajo pastoral, donde hay paciencia y concreción llegan los frutos. No llegan inmediatamente, sino con el tiempo, pero llegan”.
Asimismo, ha agregado: “Juicios y prejuicios solo aumentan las distancias. Conflictos y palabras fuertes no ayudan. Marginar a las personas no resuelve nada. Cuando se alimenta la cerrazón, antes o después estalla la rabia. El camino para una convivencia pacífica es la integración”.
En este línea, ha dejado claro que se trata de “un proceso orgánico, lento y vital que se inicia con un conocimiento recíproco, va adelante con paciencia y mira al futuro”. “¿Y a quién le pertenece el futuro?”, ha preguntado. “A los niños. Ellos son los que nos orientan. Sus grandes sueños no pueden hacerse añicos contra nuestras barreras”, ha puntualizado.
Como ha explicado el Papa, “ellos quieren crecer junto a los demás, sin obstáculos ni exclusiones. Merecen una vida integrada y libre. Ellos son los que motivan decisiones con amplitud de miras que no buscan el consenso inmediato, sino que velan por el porvenir de todos”.
Así, ha agradecido a quienes llevan adelante este trabajo de integración que, “además de que comporta no poco esfuerzo, a veces recibe incomprensión e ingratitud, incluso dentro de la Iglesia”. “Queridos sacerdotes, religiosos y laicos, queridos amigos que dedican su tiempo para ofrecer un desarrollo integral a sus hermanos y hermanas, ¡gracias!”.
Pero su agradecimiento no ha quedado aquí: “Gracias por todo el trabajo con quienes están en los márgenes. Pienso también en los refugiados y en los detenidos. A ellos, en particular, y a todo el mundo penitenciario expreso mi cercanía. Sigan adelante en este camino. No tengan miedo de salir al encuentro de quien está marginado. Se darán cuenta de que salen al encuentro de Jesús”.
Porque “Él los espera allí donde hay fragilidad, no comodidad; donde hay servicio, no poder; donde es posible encarnarse, no buscar sentirse satisfechos. Allí está Él. Y los invito a todos ustedes a ir más allá de los miedos, más allá de las heridas del pasado, con confianza, un paso tras otro: en el trabajo honesto, en la dignidad de ganarse el pan cotidiano, alimentando la confianza recíproca”, ha concluido ante el aplauso de los presentes.